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El Museo de Bellas Artes mira al futuro

El espacio capitalino está culminando una reforma con la que ganará una planta en las dependencias de la antigua biblioteca, en el sótano

FOTOS ANDRÉS GUTIÉRREZ

En 2019 cumplirá 120 años . Para entonces, el área de Cultura del Ayuntamiento de Santa Cruz confía en que el el Museo de Bellas Artes de la capital se encuentre completamente remozado, con una nueva distribución y las intervenciones físicas terminadas para volver a mostrar el edificio como se concibió. El largo proceso en el que se encuentra inmerso el museo se inició en el mandato pasado bajo la gestión de la edil socialista, Clara Segura y será el concejal del PP, José Carlos Acha, quien lo finalice. El edil, junto a la directora del espacio, María del Carmen Duque y el responsable de la museografía y museología, Gilberto González, acompañan a DIARIO DE AVISOS en un recorrido por las tres plantas del museo, “un paseo desde el cielo hasta el infierno”, como lo definió Acha. Y es que, el museo recuperará la planta del sótano, en el espacio de la antigua biblioteca municipal, para ubicar en él, todos sus fondos y ampliar así el almacén visitable que ahora puede verse en la segunda planta. Precisamente, ese es uno de los espacios de los que más orgullosos se sienten en el museo, entre otras cosas, porque es el único de Canarias que permite ver sus fondos sin estar expuestos.

En el recorrido, Acha explica que hay varias líneas de trabajo. Una fundamental es recuperar el aspecto original del edificio y también el discurso museográfico con todas las técnicas posibles a aplicar en la actualidad. A esto se une un programa de restauración de obra de los más potentes de los últimos años.

El proceso de transformación por el que está pasando el museo puede observarse ya en la última planta, donde se ubica parte de la colección permanente. “En su momento se colocó un falso techo para todo el tema de canalización, luminaria y todo eso, pero a medida que iba pasando el tiempo, se ha comprobado que todo este tipo de museografía ejerce un peso importante sobre la obra y hace que se pierda la imagen de principio de siglo del museo”, explica González.

El trabajo que se ha hecho es retirar el falso techo y los elementos sobreañadidos. El resultado es que se vean las vigas colgantes, originales de la estructura, y que fueron cubiertas en su momento. Además de dejar vistos los techos, también se han incorporado controles de humedad, cámaras de seguridad y toda una serie de elementos que, aunque no se vean, sostienen no solo al edificio sino también a la obra. Unos cuadros, que en esa tercera planta, muestran principalmente pintura de historia, “una temática muy vilipendiada en los años 70 y 80 porque era muy academicista pero que se está recuperando ahora como un valor de la historia del arte”, explica Acha.

Duque detalla como el Museo de Bellas Artes forma parte del programa El Prado disperso. “El primer lote llegó en 1900 y después, en sucesivos lotes, fue llegando más obra. Era como tener parte de la pinacoteca de El Prado. Esto nos permite tener una serie de obra de pintores importantes que, a nosotros, como canarios, nos sirve como referencia y para contextualizar la propia obra de Canarias”. Añade González que el programa pretendía “dispersar el sentimiento nacional, algo que en España no ha sido muy común frente a otros países europeos”.

Explica el experto que, en el año 40 vino el gran divulgador del arte español y latinoameriacano, el Marqués de Lozoya. “Vino al museo y se queda enamorado de la obra que hay, del arte canario que no conocía, y es uno de los grandes impulsores del segundo y tercer gran envío de El Prado”. Este impulso hizo que el museo capitalino recibiera obra de muy buena calidad, cuadros ante la que los propios gestores de El Prado se sorprenden de que esté en Santa Cruz.

En todo el museo se prentende, a través de las obras, “explicar cómo se montó el museo con la pintura y acompañarla de algunos objetos”, detalla González. Acha añade que, además, “queremos impulsar la dimensión como museo de artes decorativas porque tenemos una buena colección”.

El museógrafo explica que, por ejemplo, el trabajo de restauración les está permitiendo ahondar en cuestiones como la forma en que los artistas canarios trabajaban. “Vemos cómo trabajaban a través de los grabados que recibían, es algo que nos interesa mucho porque muestra la precariedad en la que tenían que desarrollar su trabajo y aún así es continuo en el tiempo. No solo es la obra en sí sino también lo que cuenta, lo que hay detrás”.

El concejal de Cultura detalla que en el discurso que se quiere ofertar a los visitanes, “queremos que puedan hacer diferentes recorridos dentro del mismo museo, que al pasar por una misma pieza puedan tener lecturas diferentes”.

Ya en la segunda planta está una de las joyas del Museo de Bellas Artes de Santa Cruz el Tríptico de Nava y Grimón. Que como confiesan los responsables ha ido moviéndose por el museo en busca de las mejores condiciones de luz y humedad. Además, “cambiamos la disposición. Estaba expuesto plano y nunca estuvo plano, su configuración es así o cerrado, porque señala recogimiento”, explica Acha.

González añade que “el museo también tiene que hacer entender la obra y el tríptico fue concebido para rezar, aunque nosotros nos abstraemos de eso”. “Hoy es una obra de arte pero no hay que olvidar que en su momento fue un objeto de uso cotidiano”, añade el experto.

Almacén visitable

Que los fondos del museo sean visitables es un gran avance. No se trata de obra expuesta, sino almacenada y se puede pasear entre cuadros, esculturas o colecciones de artes decorativas. “La realidad es que en un museo nunca hay espacio suficiente”, detalla el museógrafo, quien recordó que la cesión de esta planta al Gobierno de Canarias, que se alargó en el tiempo, llegó a poner en peligro la colección. “Teníamos muy poco espacio para los fondos almacenados y las humedades y con ellas la aparición de hongos o los problemas eléctricos, llegaron a ser un problema”.

En lo que a la colección de arte representativo se refiere se pueden admirar piezas como unos vasos egipcios o por ejemplo un escritorio donado por un particular que se cree que perteneció a Villalba Hervás. Duque señala que “recibimos muchos legados, vía testamento, y te encuentras con la sorpresa propia, como historiador, de las maravillas que atesoran los particulares y que luego donan”.

Ya en el primer piso, el de la entrada, están las salas de exposiciones temporales, bautizadas con el nombre de Pedro González, “uno de los defensores e impulsores en los años 60, cuando fue un espacio de vanguardia”, recuerda González. La residencia Tarquis Robayna, con artistas actuales que trabajen sobre fondos del museo y genera obra moderna, es la parte que añade actualidad al museo.

Infierno

El recorrido acaba en la planta del sótano, en la que se acumulan los archivos de la antigua biblioteca pública que están siendo trasladados a TEA. Se accede a través de un lateral, pero también el ascensor, que por fin se pudo colocar, da acceso desde dentro del museo.

“Queremos convertir esta zona en museo y dejar el espacio en el que se ubicó la antigua biblioteca para los talleres culturales”, detalla Acha. Será aquí donde se ubique ese almacén visitable recuperando la segunda planta para la colección permanente.

Los suelos de la expo de Sevilla de 1929 que adornan el museo capitalino

En mitad del paseo por las dependencias del Museo de Bellas Artes, hay tiempo para admirar una de las aportaciones más características del inmueble, los suelos. Unos mosaicos que tienen su propia historia. “Es el suelo del pabellón de España de la Expo de Sevilla del 29”, cuenta Gilberto González. “Entonces, se estaban buscando unos suelos para el museo y el arquitecto Eladio Laredo, que hizo el pabellón de Canarias, compró el remate de suelo del 29 y lo mandó para acá”, detalla. El concejal de Cultura añade que, “los museos ya no son solo contenedores y el propio edificio es una pieza que hay que meterlo en el contexto”.

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