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“Mis hijos han vivido la época buena y mala de la empresa, y eso les ha enseñado”

Entrevista con Manuel González, propietario de Sagrera Canarias, una de las primeras empresas, 100% canaria
Propietarios de Sagrera Canarias. / Fran Pallero
Propietarios de Sagrera Canarias. / Fran Pallero
Propietarios de Sagrera Canarias. / Fran Pallero

Cuando se habla de madera en el Archipiélago, automáticamente se piensa en Sagrera Canarias. Una de las primeras empresas, 100% canaria, dedicadas a esta industria, pero que en los años 90 tuvo que ampliar el negocio al bricolaje de autoservicio, sector en el que también fueron pioneros. Manuel González Hernández es el fundador de este grupo que hoy en día da trabajo a más de 90 personas y dispone de cinco tiendas por todo el territorio insular y también en Gran Canaria. Mucho ha llovido desde que este orotavense, ya jubilado, iniciara su negocio en junio de 1970. Un boom de la construcción y dos crisis de las que, afirma, “hemos aprendido, sobre todo, a no contar con los bancos”. Ahora deja que sean sus cuatro hijos: Juana María, Manolo, Monserrat y Félix Antonio, quienes lleven el negocio, pero siempre supervisado por Manuel, que acude a diario a las oficinas, “pero solo para ayudarles”. “Ahora mi ilusión son mis seis nietos”, señala.

-¿Cómo nació Sagrera?
“Fue en junio del año 1970, a través de una representación de Comercial Sagrera en Sabadell cuando decidí montar un Sagrera en las Islas y, en aquel entonces, empecé con una participación del 25%. Fue en 1978 cuando compré el resto a los catalanes y me hice con el 100% de la sociedad. Fuimos de las primeras empresas dedicadas a la rama de la madera en Canarias, porque en esa época había muy buenos carpinteros y ebanistas, sobre todo en La Orotava. En el año 1973 podría haber en el municipio al menos 80 o 90 talleres de carpintería o ebanistería. Hoy en día, si acaso hay 10”.

-Ya no hay gente que se dedique a esta labor tan complicada y, sobre todo, nadie que encargue muebles que, al ser hechos a mano, son mucho más caros, claro.
“Puede ser. Nosotros hacíamos aquí, en las oficinas, ferias y eventos para mostrar la maquinaria a la que acudía gente de todas las islas. Llegamos a tener hasta 250 personas empleadas. En 1990, con la crisis, decidimos ampliar el negocio y empezamos con todo lo que tenía que ver con el el bricolaje de autoservicio”.

-Dos crisis le ha tocado vivir, aunque esta última no tuvo nada que ver con la de los 90.
“No, claro. La crisis de los 90 la supimos aguantar bien porque estábamos bien posicionados. Supimos diversificarnos y abrir otro nicho de mercado como fue la ferretería, con lo que pudimos mantener al personal y soportar bien la situación.”

-¿Y esta última? ¿Mucho más sangrante?
“Sí. Nos afectó mucho porque en el año 2006 compramos el grupo de ferreterías de Las Afortunadas. Había un boom enorme en el sector de la construcción y la verdad es que firmamos una operación muy fuerte, de mucha inversión. Compramos seis tiendas. 22.000 metros cuadrados de superficie de venta y nos quedamos con una plantilla de 65 personas que procedía de Las Afortunadas. Tuvimos que hacer reformas porque las tiendas estaban muy antiguas y, en noviembre del mismo año, abrimos la más importante, la de Las Chafiras, en el sur de Tenerife. Aguantamos el pulso durante más o menos dos años, pero en verano de 2008 el consumo empezó a caer y tuvimos que reducir gastos, personal… La situación nos obligaba a ponernos de acuerdo con los bancos, pero ninguno nos facilitaba la renovación, ni nos ampliaba los plazos. Gracias a que, debido a la época de bonanza anterior, teníamos unas propiedades muy solventes que fue muy fácil venderlas. La última fue en el año 2015. Era la única manera de poder mantener al personal”.

-¿Cree que el hecho de tener propiedades salvó a la empresa?
“Sin duda. Esa fue nuestra alcancía. Lo pasamos muy mal entre los años 2012, 2013, 2014 y 2015, porque no tuvimos el apoyo de nadie, y me refiero a la banca, para financiar a largo plazo. Por eso tuvimos que vender los activos necesarios para sacar esto adelante y mantener al máximo numero de empleados que pudimos. Por eso puedo dormir tranquilo. No nos rendimos, a pesar de que la situación no era nada favorable. Ahora las cosas van mejor y nos mantenemos”.

-¿Notan que el sector de la construcción y la reforma, al que ustedes están tan vinculados, está recuperándose?
“De forma pausada, pero sí, hay recuperación. No es la locura de antes, pero como le dije, nos mantenemos”.

-¿Se ha sentido solo? Lo digo porque critica mucho a los bancos y a la poca ayuda que le prestaron.
“Sí. Mire, cuando hicimos la inversión para la compra de Las Afortunadas, la banca no nos puso ni una pega, pero después, cuando llegaron los momentos duros y acudimos a ellos a negociar con el fin de alargar los plazos para no cerrar y poder pagar las nóminas y no tener que cerrar, no estuvieron a la altura. Ahora estamos bien posicionados y hay que dar gracias a Dios, porque hemos salido de la situación. Todo esto, si de algo nos ha servido, es para aprender”.

-Después de todos estos sacrificios: pelearse con los bancos para aplazar pagos y noches sin dormir para poder pagar a los empleados y no tener que despedir, ¿qué opina de aquellos que piensan que todos los empresarios son unos explotadores?
“Bueno, yo solo le puedo decir que lo hemos pasado muy mal. Los retrasos en las nóminas se producían por la imposibilidad de llegar a fin de mes y porque, le insisto, nadie nos ayudó. Esto era lo que más me dolía, pero gracias a Dios el personal lo entendió y estuvo a la altura. Lo peor que le puede ocurrir a un empresario es que no pueda llegar a fin de mes, pero no por él, sino porque no puede pagar las nóminas. Y mire, le digo una cosa, un buen empleado está en las buenas y en las malas, y nosotros tuvimos suerte, porque todos nuestros trabajadores estuvieron a la altura”.

-¿Les afectó la competencia de las grandes cadenas ?
“Mire, yo creo que la competencia siempre es necesaria. Nosotros fuimos la primera ferretería de bricolaje de autoservicio en Canarias y, dicho esto, creo que las grandes cadenas están fomentando el consumo del bricolaje. Para nosotros es imposible competir con ellos. La única ventaja que tenemos son las marcas en exclusiva”.

-Sus cuatro hijos trabajan con usted en la empresa. ¿Cómo lo ha conseguido? Porque lo normal es que uno o dos sientan la necesidad de trabajar en la empresa familiar, o incluso la comodidad, pero ¿el resto?
“Yo he tenido suerte, pero es verdad que no hay que forzar la situación. Nosotros tenemos un protocolo familiar para que el negocio continúe. Tengo la suerte de que mi familia está muy unida y todos nos llevamos bien, pero a veces las rupturas no vienen por la familia, sino por los allegados”.

-Bueno, mire lo que está ocurriendo ahora con El Corte Inglés. Y prácticamente todo está ocurriendo porque Isidoro Álvarez no dejó bien atadas las cosas…
“Exacto. Pero estas cosas ocurren en todos lados ¿eh? Lo que pasa es que, a lo mejor, llama más la atención El Corte Inglés por su dimensión, pero esto ocurre en las grandes y en las pequeñas empresas. Por eso es tan importante el protocolo familiar. Yo estoy jubilado, pero vengo todos los días a la oficina a ayudarles. Mi hija mayor, Juana María, es la gerente de la empresa, Manolo es el director comercial, Monserrat lleva la tienda de Tacoronte y Félix Antonio dirige la parte de la creatividad. Después de más de 45 años en la empresa, entenderá que ahora lo que me toca es disfrutar de mis seis nietos. Espero que la tercera generación venga con la misma ilusión que la segunda y todo esto no se rompa, pero yo no lo veré. Me quedo tranquilo, porque mis hijos han disfrutado de la época buena de la empresa y de la mala, y de esto han aprendido”.

-¿Que les ha aconsejado?
“Bueno, yo creo que las cosas hay que hacerlas con prudencia, honradez y sinceridad. Lo que yo les he dicho es que trabajen con seriedad, den ejemplo a los empleados, a los que siempre tienen que tratar con respeto, y hagan un buen equipo, porque ahí está su credibilidad. Mire, además de las mercancías y los clientes, el mayor valor que tiene una empresa son sus empleados, y por eso hay que tratarlos con respeto siempre”.

-Y que no vayan a los bancos…
“Bueno, eso es imposible. Pero ellos son conscientes, porque vivieron cuando no nos ayudaron. Nuestro riesgo en aquella época era del 20% y aun así no nos ayudaron. E incluso ahora hay carpinteros que vienen a compranos la maquinaria y no les dan la financiación, pues yo voy a su empresa, miro cómo trabaja y le doy facilidades de pago, porque creo que así hay que hacer las cosas”.

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