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Túnel

Al principio todo fue bien. El deslizarse mente y espíritu por la concavidad, aún con cierta luminosidad, a sus espaldas le reconfortaba y le permitía soñar con una rápida travesía

Al principio todo fue bien. El deslizarse mente y espíritu por la concavidad, aún con cierta luminosidad, a sus espaldas le reconfortaba y le permitía soñar con una rápida travesía. Poco a poco, con insinuante maldad, la situación fue cambiando. Reptar boca arriba a través de la oscuridad comenzó a no resultar agradable. Sabía, efectivamente, que al final de la travesía de nuevo llegaría la paz y tranquilidad, pero antes tendría que recorrer aquel oscuro túnel, sin otras soluciones a las que acogerse.

Reptar, reptar siempre hacía adelante en aquel estrecho sendero cuyas paredes parecían querer aplastarle, inmisericordes. La negrura que le rodeaba parecía ser cada vez más densa y agorera, como si se solidificara en otro intento más de estrujarle hasta que todas sus vísceras quedasen laminadas.

Reptar, reptar como si de un gusano se tratase, siempre adelante, ajeno a aquellas furias que le acosaban por doquier. La negra noche que le acompañaba sin abandonarle nunca continuaba como apisonándole contra una inexistente lámina de cristal irrompible.

Reptar, reptar en busca de la luz, de esa luz que le recordaba la manida frase de “la luz al final del túnel”, pero que, en realidad, si que se asemejaba a la situación en que se hallaba.

Reptar, reptar entre paredes claustrofóbicas que se estremecían al compás de los ruidos del exterior. Chirridos como gritos de ánimas del purgatorio (¿Chirriaban las ánimas del purgatorio?). Por unos instantes, demasiado breves para su gusto, olvidó su situación para enviar una sonrisa a su cansada mente. Martillazos, gruñidos y silbidos de la bestia que merodeaba a su alrededor continuaban golpeando su agotado espíritu.

Reptar, reptar hasta el final del túnel donde se encontraba la ansiada luminosidad. ¿Llegaría hasta ella? ¿Y si gritaba pidiendo socorro? Probablemente nadie acudiría en su ayuda, dado los ruidos que envolvían la cámara. Sus esperanzas parecieron disolverse mezclándose con las sombras que le envolvían.

De pronto se hizo el silencio. Y, entonces: “Bien, dijo una voz. Hemos terminado. Se ha acabado con el escáner. Puede levantarse. Siéntese y espere en la salita hasta que veamos los resultados no sea que tengamos que repetirlo…”

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