el charco hondo

Ritos funerarios (2)

So solo el PP temió que su faraón acabara sugiriendo que lo enterraran con alimentos, dirigentes, animales, caballos y expectativas electorales. También los socialistas se preguntan estos días si la tercera resurrección de Sánchez, conjugadas siempre en primera persona del singular, no acabará provocando que en las siguientes elecciones el faraón arramble en sus terceros funerales con la tribu entera. Cuando finalicen estos días de gloria, que las encuestas inmediatas traducirán en una subida tan emocional como fugaz, los socialistas despertarán a un problema que los acompañará de lunes a domingo durante estos meses: el pegamento que ha hecho posible el desembarco se les acabó el día de la moción. La propuesta de país de Sánchez finalizó con los aplausos que siguieron a la votación. En ese momento acabó el programa de un presidente que se limitará a gastar un presupuesto hecho por la derecha, convirtiendo en ciencia ficción cualquier relato que nos hagan sobre políticas sociales o económicas de izquierdas. El error de quienes estos días se las prometen felices con el PSOE en los ministerios consiste, entre otros dolores, en que pablistas e independentistas van a disecar al presidente y a su partido, conservándolos con apariencia de vivos, vaciándolos día a día con mañas de taxidermistas. Sánchez ha metido a su partido en una trampa que vale tanto para ratones como para elefantes. Su drama no es tanto cuántos escaños lo han apoyado sino quiénes lo han aupado. La cosa no va de legitimidades. La moción es incontestablemente democrática, tan parlamentarios son los escaños del PP como los de Bildu. El agujero es otro. El imposible de Sánchez es que ha vendido su alma a taxidermistas, diputados a los que el mayor atrevimiento del presidente les parecerá un ejercicio de cobardía, socios que lejos de investir al que llega se han limitado a censurar al que se fue. El pecado de Sánchez no es su ambición -quién no la tiene- sino desentenderse de cualquier atisbo de viabilidad con tal de llegar. El país no podía seguir con el PP en el Gobierno, pero la respuesta era votar, en ningún caso esta transición con Sánchez, un faraón en manos de quienes van a enterrar a los socialistas, disecándolos pero manteniéndolos un tiempo en el poder con apariencia de vivos.

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