el charco hondo

El eco de algunos camareros

Algunos camareros utilizan un biosonar para detectar, sin mirar, los obstáculos que se cruzan en su espacio de trabajo; aunque, en según qué casos, sería más preciso decir en su espacio, a secas. Obstáculos que en principio se reducen a sillas, mesas y algún que otro elemento decorativo que suele colocarse en las terrazas o interiores; claro que, atendiendo a ciertas actitudes, cabe concluir que a ojos de determinados camareros en el inventario de obstáculos también figuramos los clientes. Algunos se orientan a ciegas; y, como ocurre en las películas con los aviones, los barcos o los equipos especiales de intervención, están perfectamente instruidos o programados para poder entrar, salir, ir o volver sin fijar la mirada en mesa, silla, maceta o cliente. A diferencia de los camareros que, en la península, no te has terminado de sentar y ya te han colocado cuatro tapas, dos hipotecas, cinco cañas, un fin de semana en un hotel rural y tres montaditos, los de por aquí emiten unas ondas de alta frecuencia que se propagan a través de un área en forma de abanico, de tal forma que los ecos de retorno les permiten localizar e identificar, y obviar, a los clientes que se han pasado llamándolos, mano en alto, los últimos treinta o cuarenta minutos. Obviarlos, ese es el objetivo. Algunos camareros pasan entre las mesas, o miran desde la barra, evitando cruzar su mirada con los clientes, no vaya a ser que les pidan algo. De ahí que, modificando el ancho de haz de su sonar, y modificando las intensidades de sus emisiones, consiguen moverse con la vista puesta justo en el punto donde no hay nadie ni nada que pueda desestabilizar su espacio de confort. A veces da la sensación de que tienen el foco puesto en todas las mesas menos en la propia, y no, porque esa misma percepción es la que tienen quienes se sientan en todas las mesas que no son la tuya. Sus valores de onda -amplitud, frecuencia, etcétera- varían en función de la desgana que tengan, moviéndose entre desganas extremas o máximas. Algunos camareros, solo algunos, dejémoslo ahí, vale, emiten ultrasonidos y leen el eco que generamos los clientes, lo que les permite moverse entre las mesas o mirar desde la barra sin comprometerse visualmente con nadie ni con nada. Los murciélagos no lo harían mejor, ni peor.

TE PUEDE INTERESAR