el charco hondo

La leyenda del ministro

Son mitos que se colaron en nuestro imaginario, y ahí siguen, sobreviviendo a vientos, desmentidos y mareas. Convivimos con ellos a sabiendas de que no tienen un pase. Circulan de boca en boca sin pestañear, multiplicándose como langostas que reinan en reuniones de amigos u otras horas cerveceras. Las leyendas urbanas se disfrazan de verdades incontestables, dan el pego. Se escribió que Ricky Martin salió de un armario, para sorprender a una fan en sorpresa, sorpresa, y que se encontró con un perro lamiendo la entrepierna de la chica, untada con mermelada; se escribió, pero nunca ocurrió. Se da por cierto que el cuerpo de Walt Disney se guarda congelado, a la espera de que la ciencia sea capaz de devolverlo a la vida; y no hay cadáver en congelador alguno. Se cuenta que Albert Einstein fue un estudiante desastroso, e incluso que abandonó la escuela; siempre se ha dicho, pero no fue así -dejó el colegio, sí, pero fue para que en el instituto tecnológico suizo alucinaran con el genio-. Se repite que en la lápida de Groucho Marx puede leerse el tantas veces celebrado disculpe que no me levante, y no. Se asegura que la gran muralla china se ve desde el espacio, y no. Se da por posible que la ensalada César la inventó Julio César, y no. Se afirma que la orina es eficaz contra las picaduras de medusa, y no. Se pontifica que tener a un canario sentado en el Consejo de Ministros implica un mejor tratamiento del Gobierno de España a las Islas, y tampoco.

Como buena leyenda urbana, eso de que sea tan importante como magnífico tener un ministro canario (o un secretario de Estado) hay que situarlo en el fértil ámbito de los relatos engañosos, que a base de reiterarlos acaban dándose por indiscutibles, cuando lo cierto es que no se sostienen. A Canarias le interesan ministros de cualquier parte pero capaces de entender, con ganas de conocer y de dar respuesta a lo que por aquí se necesita. La experiencia demuestra que un ministro canario no es garantía de buenas noticias -a veces, al contrario-. Ni los avestruces esconden la cabeza bajo tierra cuando se sienten en peligro, ni se tarda siete años en digerir un chicle, ni las alcantarillas de NY están llenas de cocodrilos, ni es cierto, claro que no, que tener a un canario sentado en el Consejo de Ministros nos garantice que las cosas van a ir mejor.

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