el charco hondo

¿Por qué no pueden esperar en casa?

En Cataluña hay cientos de miles de padres, hermanas, sobrinos, vecinos del tercero, madres, antiguas parejas, suegros, amores de verano, compañeros de trabajo, hijas y yernos independentistas, que creen y se lo creen, y que argumentan, debaten y votan en coherencia a una convicción separatista que muchos consideramos sin recorrido, extemporánea y oxidada, pero perfectamente legítima, tan respetable como la posición de quienes, también catalanes, ni más ni menos, no comparten los argumentos o el ideario independentista. Cataluña adentro y afuera otros cientos de miles consideramos que las urgencias judiciales y políticas del establishment arrojaron a buena parte de la dirigencia catalana, ya venida a menos, sobre la idea de que salvarían el cuello incendiando la relación con el Estado; emergencia político-judicial que intentaron sofocar con un procés que ha sido, en boca de los actores principales y secundarios, la crónica de una enorme farsa. Los protagonistas del proceso se han burlado de quienes los apoyan en las urnas; los han utilizado, y siguen en ello. No han tenido el decoro de cortar de raíz los fogonazos de intolerancia hacia los que difieren, latigazos que ni han condenado (ni se les espera) en el ejercicio de la convivencia razonable. Sí, somos muchos los que creemos que este separatismo de última generación, que nació cuando la factoría de los Pujol rompió aguas, es la historia de una estafa. Quienes desafiaron las leyes deben responder ante las leyes. Es obsceno afirmar que en este país no se respetan los derechos humanos. Ahora bien, muchos de los que así pensamos (en modo alguno sospechosos de simpatizar con tamaña farsa) no entendimos, ni entendemos y tampoco entenderemos que Junqueras u otros lleven meses encarcelados. A muchos, que vemos en el procés una estafa, nos importa poco o menos que Chomsky pida la libertad para los soberanistas que están en prisión; no es eso. No comulgamos con la mentira separatista, pero meses después seguimos preguntándonos qué demonios hacen Oriol Junqueras u otros en prisión, o por qué no pueden esperar en casa a que sean procesados y en su caso condenados. No son presos políticos, no, pero deberían estar (esperar) fuera de la cárcel.

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