el charco hondo

Que nos lo cuente otro

Que nos cuenten qué hay de verdad o montaje, cierto o incierto, ficción o realidad trucada; pero, sobre todo, que nos lo cuente otro. Que nos digan qué ocurrió, cómo fue y quiénes fueron, si es que fue o fueron, pero que nos lo cuente otro. Cabe la posibilidad de que lo que asoma en esa conversación sea verídico, o que se trate de calumnias y acusaciones fabricadas. Cabe, como escribe Lorenzo Silva, que del material que han sacado del cajón (ahora, y no antes) afloren secretos de personas sin mancha penal alguna. Sin dejar aire a la duda o la condescendencia, las autoridades judiciales deben indagar para separar el grano de la paja, lo real de lo irreal. Siendo demostrablemente prescindible perder fuerzas, energías, dinero y focos con una comisión parlamentaria, que sea en los juzgados donde se determine si el rey hizo lo que se dice que hizo o, caso contrario, el ámbito donde se exijan responsabilidades (o condene) a los guionistas del episodio que tiene a la monarquía cayéndose del caballo. Habrá quienes crean que sí, o que no, no sé, vete tú a saber si como cuenta Corinna zu Sayn-Wittgenstein el padre del rey, antes rey, la utilizó como testaferro para ocultar su patrimonio junto a su primo Álvaro de Orleans y Borbón. Muchos creerán que sí, o que no, no sé, vete tú a saber si en una conversación grabada en 2015 por un comisario en apuros se dice la verdad, y nada más que la verdad, o si por el contrario la charla fue debidamente negociada para utilizarla como munición. Habrá quienes piensen que las cosas fueron como se escuchan. Habrá quienes concluyan que si no exactamente así es posible que más o menos así. Y habrá quienes al escuchar la grabación solo oigan el eco de un montaje urdido por elementos poco recomendables. Si es que algo o alguien merece caer, que caiga. El sistema debe activar todos sus mecanismos judiciales para despejar sombras, dudas e interrogantes. Que nos digan qué fue lo que pasó, qué fue lo que el rey hizo o deshizo, pero que nos lo cuenten los jueces. Que nos lo expliquen, sí, pero que quienes nos lo cuenten no sean personajes con la trayectoria de la tal Corinna o del comisario Villarejo.

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