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Verano indio

Verano indio es el título de una de las obras cumbre del cómic europeo. Obra de 1986, de Hugo Pratt (Venecia 1927–Suiza 1995), guionista, y Milo Manara (Verona 1945), dibujante. El cómic cuenta el conflicto en los inicios de Norteamérica, entre la colonia inglesa formada por puritanos y la tribu india de los abenaki. Ocurre en el litoral atlántico de Cape Cod (Massachusetts), paralelo 42 Norte. En el bosque templado caducifolio y en el corto verano de 1630. La guerra se centra en la religión y el modelo económico Entre el animismo de los abenaky y el protestantismo calvinista de los colonizadores. Lucha desigual de culturas y tecnologías, de los puritanos que conquistaron América. Con una visión tradicional de la moral sexual paternalista y la cultura del trabajo. La poderosa imagen del cómic nos traslada en el tiempo a conflictos entre culturas fronterizas.

La contamos para valorar alguno de los fenómenos que operan en el actual cruce de culturas de la globalización y de internet. Zygmunt Bauman, en su obra Modernidad Líquida, ya nos decía que estamos en el momento de la desregulación, de la flexibilización, de la liberalización de todos los mercados. No hay por lo tanto pautas estables. Los cambios radicales exigen repensar viejos conceptos. Hoy el mundo tiene mayor riqueza y bienestar que nunca, gracias a la globalización. Sin embargo, produce desajustes, el primero de fronteras físicas y de valores. En España, las de Europa y las propias. El proyecto socialdemócrata, fracasado en Europa, regresa a España impulsado por los nacionalismos. Centrado en las fronteras de los conflictos religioso-simbólicos y de modelo económico. Aquí se entienden los ataques al catolicismo y las primas al islam. Resucitar a Franco y promover la anticonstitucional Ley de Memoria Histórica. Contra los toros y a favor de papeles para todos, con sanidad gratis. Eclosión de las lenguas, como mecanismo discriminatorio de los mercados autonómicos. En lo simbólico se esconde el modelo económico insostenible de la socialdemocracia que vuelve.

El desequilibrio se centra en el gasto público improductivo. Cuando llegó la crisis el Estado se escondió, subió los impuestos y se dedicó, al margen de la macroeconomía, a mantener cada uno sus estructuras clientelares. En paralelo la sociedad del conocimiento globalizado, tiende a concentrar la economía, dejando desatendida a la población menos favorecida. La solución está en recortar el gasto público improductivo y transferirlo a la sociedad, por la doble vía de bajar impuestos y asegurar las rentas sociales. Pensiones, sanidad, escuela, servicios sociales e inversiones. Recuperar la unidad de mercado y las ayudas selectivas e iguales, entre otras las de la vivienda protegida no ejercidas. Corregir las retribuciones mínimas y los abusos en las formas de contratación. Funciones propias de las administraciones ausentes.

En la globalización, problemas globales. Con la liberalización de servicios de Europa, todo negocio lícito es legal. No pueden distorsionarse los mercados y la libertad. Como pretenden hacer con el taxi, reservando sus mercados ante la competencia de los nuevos. No es posible la reserva de mercado para los hoteles, recortando el segmento vacacional, vía restricciones autonómicas, insulares o municipales, con la técnica de cesión impropia de competencias hacia abajo. Como ocurre con el idioma español, lengua oficial del Estado y la nación. El drama hispano alimenta lo económico con lo simbólico. Se legisla desde las autonomías, con total deslealtad, generando conflictos que acaban en los juzgados. Sin que la política ejerza sus obligaciones constitucionales. Acabar con el verano indio.

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