el charco hondo

A buenas deshoras

Los ritmos físicos, mentales y conductuales que marcan el día a día de los elefantes que pululan por los pasillos de la Unión Europea

Los ritmos físicos, mentales y conductuales que marcan el día a día de los elefantes que pululan por los pasillos de la Unión Europea -casa de acogida de altos cargos homenajeados con puentes de plata- animan a pensar que la cacareada revolución horaria se concretará tarde o nunca. Resulta tentador augurar que quedará en el intento. Cuesta imaginar a la aristocracia comunitaria, adormecida con salarios extraterrestres, dejándose arrastrar por urgencias circadianas propias de terrícolas. Otros son sus ciclos, otros sus ritmos. Las prisas no están en su menú. Así se explica que la Comisión Europea, históricamente acampada a años luz de los ciudadanos de a pie, esté moviéndose con tanta torpeza en la gestión de un ejercicio de democracia directa que arrastra consigo una decisión mayúscula. Calma. Despacio. Ir a por el horario único en su versión verano o invierno exige un proceso que tiene toda la pinta de ir para largo. Poner de acuerdo a los veintiocho, al Consejo y a los parlamentarios europeos anuncia deshoras. Una propuesta. A fecha de hoy es solo eso. ¿Y Canarias? Muy telegráficamente, lo suyo sería acabar con los cambios de hora, quedarnos con el horario de verano y, para que no me olvides, ni siquiera un momento, y sigamos unidos los dos, que no nos saquen de los boletines endosándonos la hora peninsular (hemos crecido reclamando REF en mano que nos equiparen en tantísimas cosas, y al final van a equiparnos la hora, justo lo que no nos interesa). Y la luz. Y luego está lo de la luz. Los canarios vendemos luz. Feo estaría que también nos recorten las tardes incrustándonos el horario equivocado. Ahora que los cambios climáticos están subiéndole la temperatura a los europeos, la luz crece como producto principal de nuestra oferta, así que mejor será que no estén tocándonos las tardes. Luz es lo que nosotros tenemos y ellos no. Que no nos la líen. Vienen buscando un montón de cosas, pero sobre todo la experiencia de una luz que no tienen en ciudades teñidas de gris prácticamente todo el año. Los ritmos circadianos de los marqueses comunitarios no sabrán gestionar este calentón de democracia directa; pero, si finalmente Bruselas lo hace, que en ningún caso Madrid nos lo empeore.

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