el charco hondo

El ratón vacilón

Atracción insustituible en cualquier feria, El ratón vacilón no se acerca en tamaño o estructura a la montaña rusa, aunque bien podría considerarse su hermano menor

Atracción insustituible en cualquier feria, El ratón vacilón no se acerca en tamaño o estructura a la montaña rusa, aunque bien podría considerarse su hermano menor. Quienes tengan niños pequeños (o que dejaron de serlo hace poco) se habrán subido alguna vez, y comprobado que El ratón vacilón engaña, parece poca cosa pero no, tiene truco, te lo crees y no. La experiencia la tendrán reciente los padres que, adultos contemporáneos, o así, han pasado los últimos años comiéndose en carnavales un día de feria sí o sí -importando poco si has salido o no la noche anterior, si has dormido o no, si estás destruido o no, si encontraste el ibuprofeno 600 o no-. El asunto es que El ratón vacilón es desconcertante, y es ahí donde está su principal característica y atracción. No es de caídas al vacío, tampoco de grandes alturas, pero como pasa con Pedro Sánchez tiene en su recorrido cuatro, cinco o seis curvas que sabes que están ahí, las ves venir, intuyes que quedará en la expectativa, y aún así hay un momento en que parece que sí, que vas a salirte, pero a final nunca pasa nada. El actual presidente del Gobierno y El ratón vacilón tienen eso en común, juegan con el efecto de que el vagón va a seguir en línea recta pero en el último momento giran sobre sí mismos y vuelven al carril. Sánchez iba a convocar elecciones, pero en el último momento giró sobre sí mismo y volvió al carril; iba a derogar la reforma laboral del PP, dejar quieto el IRPF, anular la venta de cuatrocientas bombas a Arabia Saudí y a aplicarle un impuesto a la banca, pero en el último momento giró sobre sí mismo y volvió al carril. El lunes tocó la curva de los aforamientos, penúltima bengala con la que el Gobierno quiere tener al país mirando al cielo mientras abajo, en el suelo parlamentario, las cosas apenas se mueven porque con ochenta y cuatro diputados no se puede avanzar con la gran derecha revolviéndose cual gato enloquecido. Sánchez tira de los aforamientos quedándose corto, a contrapié, anunciando una propuesta con el objetivo último de subirnos a otro de sus vagones, llevándonos otra vez en línea recta para girar sobre sí mismo en el último momento y volver al carril de las rectificaciones.

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