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De encuestas y sondeos

Si fuera verdad que el Partido Socialista supera por diez puntos a los populares en intención de voto, hace ya tiempo que Pedro Sánchez hubiese disuelto el Parlamento de su inmensa minoría y convocado elecciones a toda prisa: no tiene sentido defender, al mismo tiempo, la culminación de la Legislatura como objetivo socialista y los datos de las encuestas publicados por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Es verdad que este organismo ha estado siempre al servicio del poder con todos los Gobiernos, igual que la televisión pública y las demás instituciones de ese carácter, pero el sociólogo miembro de la Ejecutiva del PSOE que ahora lo dirige ha superado todas las expectativas: no es que ahora se cocinen los datos o que los datos sufran una reelaboración en la llamada cocina, es que ahora con esos supuestos datos se preparan otras recetas. Y medios, tertulianos y periodistas varios de variado signo no parecen reparar en semejante -y evidente- contradicción.

Si el renovado Partido Popular y Ciudadanos, conjuntamente, están exigiendo elecciones es que sus propios análisis detectan un repunte en su poder de convocatoria y un avance en la valoración de sus jóvenes y dinámicos líderes, unos excelentes comunicadores que dan la adecuada réplica a Pedro Sánchez. Y la distribución de los votos futuros podría dejar en evidencia a un Gobierno en el que la ministra portavoz afirma que Antonio González Pacheco es un ciudadano libre que puede asistir a los actos que estime conveniente (lo cual es verdad mediante la Ley de Amnistía de 1977), y pocos minutos después el ministro del Interior, bajo la presión de la izquierda mediática, anuncia la incoación de un expediente (no se sabe muy bien si informativo o disciplinario) en relación con el jefe de la Comisaría de Policía, amigo de González Pacheco, que lo invitó a una celebración. (Por cierto, la izquierda mediática ha ocultado pudorosamente el enésimo renuncio de la ministra portavoz).

Es un clásico, sobre todo en noches electorales, hablar del fracaso de las encuestas y de la supuesta sorpresa de los resultados. Se trata de un fracaso anunciado, porque la mayoría de las encuestas y sondeos al uso en este país no tienen la menor credibilidad. En primer lugar están los estudios encargados por fuerzas políticas y medios de comunicación, que, en la medida de lo posible, dan la razón a quienes los han encargado y -sobre todo- los financian. Y después vienen los llevados a cabo con una evidente precariedad de medios. Tengamos en cuenta que para una encuesta fiable sobre las elecciones generales tendríamos que realizarla en cada una de las cincuenta provincias y dos ciudades autónomas con una muestra representativa de la población de cada una según un conjunto de variados indicadores sociales, y, además, de tamaño proporcional al número de diputados a elegir en cada una de esas circunscripciones. Lo cual, entre otros problemas de preparación y ejecución, comporta un coste más que considerable. Y las supuestas alternativas minimalistas sencillamente no son fiables.

Afirmar que el Partido Socialista supera por diez puntos a los populares en intención de voto y pretender agotar la Legislatura es defender una cosa y su contraria. En otras palabras, es Pedro Sánchez.

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