el charco hondo

La palabra al gallo

Sabe el gallo que, tanto si rematan la reforma del Estatuto de Autonomía como si vuelve a quedar aparcada, la maraña legislativa seguirá condenándonos a que lo fácil nos resulte difícil

Sabe el gallo que, tanto si rematan la reforma del Estatuto de Autonomía como si vuelve a quedar aparcada, la maraña legislativa seguirá condenándonos a que lo fácil nos resulte difícil. Sabe, porque lo ha sufrido en propias plumas, que tantos años después en las Islas no se ha logrado aclarar, en muchos aspectos, un reparto de competencias que genera dudas, confusión. El gallo no habla de oídas. Su experiencia da fuerza, veracidad y fundamento a lo que contó cuando lograron bajarlo. Claro que eso, bajarlo del árbol donde lo encontraron, ocurrió bastante después. Hubo un antes del después que ha hecho gracia a todos, menos al gallo. A él maldita gracia le hizo saberse la siempre penúltima víctima de las dudas que, en más ocasiones de lo que se cree, se generan entre administraciones más o menos colindantes. Hay testigos. La cosa es que un día como cualquier otro, que dejó de serlo cuando el gallo se coló en la vida de un buen puñado de vecinos, se recibe una llamada en el Servicio de Protección de la Naturaleza, de la Guardia Civil, y otra en el 012, avisos con los que algunos anónimos advertían de que un gallo, que había aparecido subido a un árbol de su calle, llevaba días despertando al vecindario a las cuatro de la mañana. Bajar un gallo de un árbol no es algo que pueda acometerse sin consultas, requerimientos o informes de ésta o aquella administración; de ahí que, probablemente aconsejados por los letrados correspondientes, derivaron la bajada del gallo al Ayuntamiento de Santa Cruz, donde se remitió a los somnolientos vecinos a la app Santa Cruz mejora o, si el gallo se resiste, a sugerencias y reclamaciones. Pasaron un dos, tres, cuatro, cinco, seis llamadas, y el gallo que no, y las administraciones que no se preocupe que damos parte. El gallo, percibiendo que ahí abajo no se ponían de acuerdo, se creció. Días después de la llamada al 012 y al Seprona, donde dejaron claro que bajarlo no era de su competencia, la policía local optó por poner fin al desafío de Carmelo, que así bautizaron al gallo. La historia, fabulosamente cierta, bien merece que den la palabra al gallo Carmelo en el pleno monográfico sobre la reforma del Estatuto que el miércoles celebrará el Parlamento de Canarias.

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