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Morder la poesía: alimentarse

Poesía desde la cuna. Poesía que acompaña, alimenta y nutre. Poesía hoy, poesía cerca, poesía siempre
Laura Escuela
Laura Escuela
Laura Escuela / DA

Por Laura Escuela

La poesía llega a los niños y niñas, con suerte, desde antes de nacer, desde que sabemos que vamos a tenerles y empezamos a recordar las nanas que aprendimos, los juegos de manos y de falda, los trabalenguas, adivinanzas y retahílas. Llegan a nuestra mente los cinco lobitos, el barquito chiquitito, la luna lunera.

Y cuando nace el bebé cantamos. Contamos sus deditos a ritmo de Cinco deditos tiene mi mano, cinco deditos que son hermanos. Jugamos con las palabras. Nos inventamos canciones para relajarle a la hora de dormir, mientras come o al cambiarle los pañales. Utilizamos tres o cuatro notas sencillas de las canciones que conocemos y hasta inventamos letras y melodías nuevas.

Come, come, pollito, aunque sea un poquito –le canta una amiga a su bebé, sin haberlo escuchado antes.

Así, las personas pequeñas van creciendo cargadas de rimas. La muerden y van alimentándose, nutriéndose. Lo disfrutan como algo natural porque lo es. Es esencial el movimiento, la música, el baile, el juego, el asombro. Que pase misí, que pase misá, por la puerta de Alcalá. Tres tristes tigres tragando trigo y el perro de san roque no tiene rabo.

Y paso a paso se va madurando literariamente, lingüísticamente. Nos vamos expresando de un modo más rico, comenzamos a crear y divertirnos utilizando las palabras más allá de lo lógico y esperable. Tendemos hacia la libertad y la crítica. Sabemos más de nuestras emociones. Disfrutamos del misterio. No huimos de los libros con versos en su interior, al contrario: nos acercamos con curiosidad y nos dejamos sorprender.

La poesía no se acaba en Lorca o Machado, ni siquiera en Gloria Fuertes. Hay un sinfín de poetas actuales que hacen mucho y muy bien por la poesía infantil, que antes que infantil es poesía.

España tiene muy buenos ejemplos. Por nombrar algunos: Antonio Rubio, Carlos Reviejo, Mar Benegas, Raúl Vacas, Beatriz Osés, Beatriz Gimenez de Ory. Editados, entre otras, por Kalandraka, Anaya, Combel, SM, Pintar Pintar, A buen paso, Anaya.

Están ahí, en nuestros barrios, en las bibliotecas y librerías, en algunos colegios, esperando a que queramos descubrirlos. Saben de armonía, de musicalidad, de brevedad, de sorpresa, de colorido. ¡A jugar!

Las hojas de los libros 
de la tortuga,
son de lechuga. (…)
De la lombriz,
de regaliz.
(Antonio Rubio, Versos Vegetales, Anaya)

Había un perro esdrújulo
tintúlido caripélido tiritiritirmélido
que estaba muy famélico
tintúlido caripélido tiritiritirmélido (…)
(Mar Benegas, Con el ojo de la i. A buen paso).

Con este desfile
terminamos ya.
Marchando, deprisa,
los números se van. (…)
(Carlos Reviejo, Versos para contar, SM)

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