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Jerónimo Saavedra: “El único camino es el centro, que se lo metan todos en la cabeza; Sánchez, también”

El jueves, Saavedra, que tiene 82 años y nació dos semanas antes de que estallara la Guerra Civil, celebró en el Congreso como diputado constituyente, rodeado de reyes, expresidentes y parlamentarios, el 40º aniversario de la ley más importante del último medio siglo español

El jueves, Saavedra, que tiene 82 años y nació dos semanas antes de que estallara la Guerra Civil, celebró en el Congreso como diputado constituyente, rodeado de reyes, expresidentes y parlamentarios, el 40º aniversario de la ley más importante del último medio siglo español. Emocionado como si acudiera a un estreno operístico, habla ese día de la Constitución con DIARIO DE AVISOS como un melómano delante de una partitura. Está molesto con lo que oye tras el escrutinio andaluz, le incomoda la invocación de Pablo Iglesias para formar un frente antifascista contra la ultraderecha encarnada, según el líder de Podemos, por PP, Ciudadanos y Vox. Tampoco le calman las aguas que corren en Francia, con las primeras revueltas de los chalecos amarillos (antes de los graves disturbios de ayer en los Campos Elíseos). Aún no conoce a la sucesora de Merkel al frente de la CDU, que fue elegida al día siguiente, pero no disimula su redescubrimiento de la canciller como la líder desconocida de la mejor cara de Europa. Y, para más sorpresa, desliza un elogio sobre Rajoy. “Ahora me parece que era la Merkel de España”. Empezamos recordando una fecha.

-¿Cómo fue ese día en que ustedes votaron la Constitución en el Congreso?
“El 31 de octubre de 1978 fue un día que no puedo olvidar. Por la mañana tuve un arbitraje sobre un conflicto del personal de Iberia, que reclamaba como trabajo efectivo el tiempo por carretera para ir a trabajar de Los Rodeos al Aeropuerto del Sur. Yo era profesor de Derecho del Trabajo en la Universidad de La Laguna y acudí por la UGT, mientras por Iberia iba un profesor de Derecho canónico. Fue una negociación intensa y salí disparado al aeropuerto para ir al Congreso a votar la Constitución. Cuando llegué estaba lleno el hemiciclo y terminaban las intervenciones. Creo que debí de ser el último en llegar, por suerte a tiempo de votar, casi sin resuello. Fue un día histórico, inolvidable. Estábamos consiguiendo por fin pasar de una dictadura a una democracia, que era, desde el punto de vista personal, a lo que yo había consagrado toda mi vida. Pasé 40 años de dictadura y me esperaban otros tantos de democracia. Aún no lo sabía, ahora sí lo sé, y me siento feliz”.

-Usted, además, fue un diputado constituyente que participó activamente en el debate.
“Sí, tuve una actuación destacada, sobre todo, en dos artículos, el 28 y el 36. Respecto al primero, me opuse a las enmiendas de Fraga, de Alianza Popular, que pretendían limitar el derecho a la huelga. Y sobre el segundo artículo debo decir que combatí la intención de los conservadores de equiparar el cierre patronal al derecho de huelga, algo que solo reconocía la Constitución alemana. Pero era inaceptable”.

-¿Cómo lleva las críticas de quienes cuestionan 40 años después lo que ustedes votaron?
“Me sienta fatal. Yo no puedo aceptar que haya gente que ignore, o, lo que es peor, invente la historia. La Constitución no fue fruto de cuatro personas sentadas en torno a una mesa. Fueron cientos de personas las que se sentaron a hablar, a negociar con el primer Gobierno de Adolfo Suárez en el 77. En julio del 76 comenzó todo. Porque cuando Franco muere en noviembre del 75 vino el Gobierno de Arias Navarro, en el que no pasó nada, no se dio ningún avance. Fue con la determinación del rey cuando arrancó todo. Y entonces aquella gente se hizo el harakiri y se acabó con el franquismo legal. La Constitución nos ha garantizado 40 años de democracia, y eso es algo extraordinario, con la que está cayendo en Europa, y con el rumbo que esta llevando la España actual con el problema territorial y el separatismo catalán. ¡A ver quién se pone ahora de acuerdo para cambiarla! No deja de sorprenderme que algunas personas serias siguen sosteniendo que es posible reformar la Constitución, en este clima, con este desasosiego, y propugnan una votación sobre si monarquía o república. ¿Pero es que alguien sensato cree que los problemas se van a resolver con una república?”.

-¿Fue fláccida la Transición? ¿Ustedes los constituyentes fueron blandos con los franquistas?
“Quienes restan valor a la Transición y la Constitución no saben lo que dicen. Ignoran cómo eran el ejército, la policía y la guardia civil, y cómo se las gastaba ETA. Fue un éxito que saliera adelante sin haber matado a nadie”.

-¿Qué valoración hace de la figura del rey emérito, rehabilitado para esta ocasión?
“Juan Carlos jugó un papel histórico, trajo la democracia y abortó el 23F del 81. Si luego ha cometidos errores y excesos en su vida privada, allá él.”

-¿Suárez fue tan valioso como lo pintan?
“Fue fundamental. Yo estaba con Txiki Benegas en Zaragoza y vimos por televisión la noticia del cese de Arias Navarro. Y todos pensamos que el presidente iba a ser Areilza, el conde de Motrico, un liberal con todos los números para salir. Y después, cuando supimos que el elegido era Suárez, con un currículum de servicios prestados al franquismo, se nos vino el corazón al suelo. Pero luego descubrimos que detrás había un plan muy serio. Y nunca podré olvidar que a finales de julio me llaman y voy por UGT con Manuel Chaves a la calle Marqués de Urquijo, de Madrid, y nos reunimos con el ministro de Relaciones Sindicales, Enrique de la Mata. Y nos pregunta: “¿Ustedes qué quieren?”. Y yo le dije, queremos lo que establece la OIT: derecho de huelga, negociación colectiva y libertad sindical. No teníamos asesores, teníamos experiencia. Y de ese mismo modo hubo muchas reuniones de muchas personas. La Transición y la Constitución se hicieron con la contribución de mucha gente preparada. Que no me vengan ahora con pamplinas”.

-¿Es verdad que la clase política de entonces tenía nivel?
“Ya quisiera la de hoy tener el nivel de la del 76 y 77.”

-Eran cultos.
“Eran cultos y bienintencionados”.

-Jerónimo, ¿cómo ve a este país 40 años después?
“Con mucha preocupación. El fenómeno andaluz es paradigmático. Todos creen haber ganado. Se requiere un esfuerzo de humildad, que vengo reclamando hace años. Pero aquel espíritu de mi generación no ha arraigado. El electorado se ha fragmentado. Las encuestas no sirven. Y las redes sociales configuran el estado de opinión. No tenemos, no conocemos las herramientas para desmontar las mentiras que se difunden alegremente. Y este es el país y la sociedad del sigo XXI que estamos viviendo. Francia también me preocupa.”

-Los chalecos amarillos.
“Sí, a mis años me preocupa. No son manifestantes de los barrios pobres que invaden París, sino clase media levantando barricadas. ¿Qué está pasando ahí?”.

-Volviendo a Andalucía, ¿por qué la gente votó como votó?
“Porque hay mucha gente harta. Y avanza aquello que más excita, sin reparar en el programa que lleve cada cual.”

-Reaparece el latiguillo de las fuerzas constitucionalistas frente a la irrupción de Vox.
“Pero es que tampoco nadie se puede arrogar la etiqueta exclusiva de constitucionalista tan a la ligera. No se puede echar a la hoguera a 400.000 votos andaluces como si fueran anticonstitucionales, hasta que no lo demuestren. Aquí todos nos conocemos y sabemos quién no es constitucionalista y quién sí. El que respete la democracia lo es. Y por la misma razón no se pueden inventar derechos nuevos que no están regulados, como ocurre con el derecho a decidir. Son fantasías”.

-¿Qué debe hacer Sánchez?
“Gobernar. Ahora hay que gobernar y cumplir el calendario electoral. En mayo tocan locales, autonómicas y europeas”.

-¿Las generales no?
“En 2019, sí, pero en mayo, no. Otoño es un buena fecha para convocar al país a votar. Porque es evidente que debe haber elecciones generales el próximo año, no se puede mantener mucho tiempo al país así. Unirlas crearía una confusión innecesaria y si se da la tendencia de votar todos lo mismo, podría ser hasta peligroso.”

-¿Qué poder de arrastre tendría un superdomingo megaelectoral en clave canaria?
“Lo desconocemos. El CIS queda en ridículo a menudo. Las encuestas no dan respuestas válidas”.

-¿Cuánto pudo influir la política de Sánchez con Cataluña en las elecciones andaluzas?
“Es imposible saberlo. Es el análisis de un misterio. Nadie está dentro de la urna para saberlo. Unas elecciones no son dos más dos”.

-¿Se equivoca Sánchez mareando la perdiz con el soberanismo catalán?
“No. Lo correcto es eso, hablar, tratar de convencer, hasta que el adversario se agote y entonces ver que no hay nada que hacer. Pero hay que hablar antes. Tenemos derecho al Estado de derecho. Y los juicios al procés van a venir y los infractores de la ley serán juzgados, porque no se pueden violentar las bases de la convivencia en democracia”.

-¿Cómo lo está haciendo la oposición?
“No está teniendo conciencia de Estado. El PSOE la tuvo cuando apoyó sin rechistar al PP en la aplicación del 155. Desde la investidura de Sánchez en la moción de cesura, el PP se ha radicalizado. No ha dejado de oponerse a todo, mezclando hasta el traslado de presos con cosas que no tienen nada que ver. Cuando España ha logrado ahora que se avance y desbloquee en la negociación de la UE con Reino Unido sobre Gibraltar, resulta que los británicos se lo reprocharon frontalmente a la primera ministra May, y aquí la oposición dijo que era papel mojado. Falta una visión de Estado. Pero este es el nivel de oposición que tenemos.”

-¿Falta también una visión de centro? ¿Cómo se está comportando Ciudadanos?
“Tiene razón en decir que se ha perdido el centro, y podemos hablar de eso. Ciudadanos está desconcertado. Les veo un exceso de visión catalana, como si no vieran más allá. A mi juicio, tienen que resituarse respecto al PP. Marcar distancia.”

-Está aquella expresión atribuida a usted sobre que CC sería “un azucarillo” que se acabaría disolviendo en el café. ¿Vox tiene recorrido?
“Hay mucha palabrería y habrá que esperar a ver cómo se desenvuelven. ¿Por qué no aceptar los resultados andaluces? Estamos usando demasiados tópicos…”.

-¿Como llamarles ultraderecha?
“Yo soy muy escéptico sobre las posibilidades que tienen de llegar al poder. Y sin gobierno no tienen mucho recorrido. Afortunadamente, en Europa no están tocando poder, salvo en Austria o Italia, puntualmente. Mi opinión es que el siglo XXI exige de la política un esfuerzo de más frialdad y menos calentamiento. Si la derecha quiere calentar, la izquierda no debe convocar a la gente a las barricadas. O volveríamos al clima de los años 30”.

-¿No le gusta la invocación antifascista que hizo Iglesias la noche del escrutinio andaluz?
“No es la respuesta a un resultado. En democracia hay que aceptar el voto venga de donde venga y tomar medidas para que no crezca hacia los extremos. Echo en falta más pedagogía, más prudencia… Se están haciendo las cosas mal”.

-¿Cómo lo está haciendo el Gobierno de Sánchez?
“Interpreto que ha decidido rectificar y presentar los Presupuestos, por si el miedo a lo que viene le permite sacarlos adelante y prolongar la legislatura. Como dije, creo que no va a tener más remedio que adelantar las elecciones. Diría, si me permiten, que los ministros hablan demasiado. Hay que concretar más las acciones de gobierno, revertir los recortes del PP y cautivar a la gente con la política”.

-¿En qué se ha equivocado Sánchez?
“¿Quién se acordaba de que los restos del dictador estaban en el Valle de los Caídos? Yo ya no me acordaba. Y ahora lo que se ha conseguido es que se hayan multiplicado las visitas. Ese fue un error. Ha excitado las malas pasiones de los españoles”.

-¿Casado es un hallazgo de la derecha o un bluf?
“Yo lo veo muy crispado. Ahora pienso que Rajoy era la Merkel de España, viendo cómo actúa el PP”.

-También a Merkel la crucificamos durante la crisis y ahora la elevamos a los altares.
“Sí, nos resultaba antipática y ahora nos resulta simpática. Las cosas de la política. Su país, con ella de canciller, ha recibido a más de un millón de inmigrantes. Merkel ha cobrado otra dimensión. Ya no la vemos como la culpable de la austeridad. Es una de las últimas grandes líderes de Europa. Menudo siglo estamos viviendo”.

-No acaba de creérselo.
“Ya sabemos que se ha producido una nueva revolución tecnológica, que vamos hacia la inteligencia artificial y que el nuevo campo de actividades es la digitalización. Pero no sabemos cómo desmentir los bulos de las redes. Cómo frenar los populismos. La sociedad tiene que encontrar respuestas adecuadas para afrontar las amenazas de la ciencia y la política. Hay una pérdida de rumbo…”.

-Quizá hayan muerto las ideologías…
“Sí. Desde luego, ya no hay tales izquierdas y derechas, como yo las conocí. Ahora se ha deslizado entre ellas ese populismo, que hasta hace 10 años no era motivo de conversación. Yo creo que no va a triunfar el populismo, pero se está extendiendo. Y el único camino cierto es el centro. Que se lo metan en la cabeza de una vez los partidos y los políticos.”

-El centro hizo la Transición.
“Es el único sitio hacia el que hay que ir. El ciudadano lo está reclamando a gritos y no se quieren enterar. No le den más vueltas. Hay que volver al sentido común, a la sensatez, al diálogo, al respeto, al centro.”

-¿Se lo está diciendo a Sánchez?
“Claro que también al PSOE y también Sánchez. No se puede desoír al ciudadano español, que se mueve entre el centro y la izquierda. No podemos ignorar esos sentimientos mayoritarios”.

Viaje al centro de un país extremado

Cuando se piensa en voz alta en un político canario que haya vivido el último medio siglo de transformación española en primera fila se acude a Jerónimo Saavedra. Y se hayan respuestas y preguntas en la que sin duda sigue siendo una cabeza muy bien amueblada. Este superviviente del socialismo español que intervino directamente en los pasos embrionarios de la Transición, junto a unos cuantos elegidos, de los que van quedando vivos cada vez menos, no ha perdido la cachaza y la lucidez. Admite, en el momento señalado de este cumpleaños redondo de la Constitución, que son dos países y dos siglos diferentes: la España del siglo XX y la del siglo XXI. Testigo y actor de ambas orillas de la historia reciente de este país, Jerónimo Saavedra hace en esta entrevista un esfuerzo de oráculo escarmentado. Disuade de cualquier excomunión precipitada de la nueva derecha extrema, y a los suyos, a Sánchez, apremia a viajar al centro.

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