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Posibles nubarrones en la soleada economía de los estadounidenses

Señales emergentes de debilitación en importantes sectores, como la manufactura automotriz, la agricultura y la construcción, indican que el periodo de crecimiento está llegando a su fin
Posibles nubarrones en la soleada economía de los estadounidenses
Posibles nubarrones  en la soleada economía de los estadounidenses
Donald trump aseguró al prestigioso periódico ‘washington post’ que la reserva federal está obstruyendo el crecimiento económico

Durante la campaña electoral de las elecciones de midterm del 6 de noviembre en Estados Unidos, el partido en el poder tuvo un importante hito del que presumir ante su electorado: una economía boyante con cifras demoledoras y resultados brillantes.

Sin embargo, señales emergentes de debilitación en importantes sectores económicos- incluyendo los sectores de manufactura automotriz, agricultura y la construcción- están llevando a muchos expertos a advertir que uno de los periodos más largos de crecimiento económico en la historia de los EE.UU. está llegando a la recta final.

La economía reciente ha sido la viva imagen de la salud, expandiéndose a un ritmo de 3,5% anual durante el tercer trimestre de 2018 y llevando la cifra de desempleo a su nivel más bajo en medio siglo con una tasa de 3,7%, que ya quisiéramos tener aquí.

No obstante, este aumento de puestos de trabajo no se corresponde con una mejora en el día a día de muchos estadounidenses de clase media, sino con una mayor disparidad entre ricos y pobres. Los sueldos de los empleados básicos apenas han subido el 11% desde 1970, mientras que los de los CEO se han disparado. El número de horas trabajadas no pagadas ha aumentado (especialmente entre los empleados asalariados), siguen sin ser obligatorias las vacaciones (pagadas o no), y no hay regulación federal para las bajas de maternidad (con suerte cuatro semanas a veces pagadas, y en muchos casos, nada). Esta situación está llevando a muchos a no entender cuál es el beneficio para su bolsillo en esta flamante economía. Sin ir más lejos, éste es el caso -solo por poner un ejemplo, de Hope Brown, portada de la revista Time, quien vende su sangre donando dos veces a la semana a cambio de 60 dólares, vende su ropa en una tienda de segunda mano, y junto con su marido da tours históricos para obtener dinero extra. Hope se ve obligada a llevar a cabo estas acciones para completar el pago de sus facturas, la letra de su coche y sacar adelante a su familia. Hope, de 52 años, tiene un máster en Educación y es profesora de Historia. Trabaja de 5.00 a. m. a 4.00 p. m. dando clases en un Instituto en Versailles, Kentucky, de ahí va a su segundo empleo manejando un detector de metales en un campo deportivo de dudosa reputación. Como ella, son muchos los profesores que se han manifestado a lo largo del país exigiendo mejores condiciones laborales y salarios que se ajusten a la inflación. Al igual que los profesores, profesionales de otros sectores, cuyos sueldos apenas han mejorado en décadas y que no pueden hacer frente a los precios actuales de viviendas, seguros médicos y facturas mensuales, también han protestado. La situación no es mejor para los empleados sin estudios, que apostaron por la Administración Trump con la esperanza de recuperar o mantener sus puestos de trabajo. El anuncio de General Motors (GM) de eliminar 14.000 puestos de trabajo y cerrar cinco fábricas refuerzan otros indicadores recientes de que la mejor parte de la expansión económica se va quedando atrás, con algunos economistas señalando que el ciclo de venta de automóviles y viviendas ya llegó a su punto álgido, y ahora le toca declinar. Con las tasas de interés en ascenso, es difícil imaginar de qué manera la economía podría continuar el ritmo actual de crecimiento.

La mayoría a de los expertos -incluyendo a varios dentro del Gobierno federal y al conjunto de bancos de Wall Street- todavía confían en que la expansión continuará estable en 2019, pero con el consenso de que la velocidad de aumento irá desacelerando a medida que el dulce paquete de incentivos de Trump de un billón y medio de dólares (1,5 $US trillion) en recortes de impuestos, empiece a desvanecerse, lo que podría apuntar a una pequeña pero real, posibilidad de volver a una recesión. No hay que olvidar que el déficit de Estados Unidos se disparó a 779 mil millones de dólares en 2018, lo que supone un aumento del 17% en la economía del país, y una deuda astronómica para las futuras generaciones.

El jefe del consejo económico asesor de Trump, Larry Kudlow, le quitó importancia al asunto este martes, según informó el diario New York Times, insistiendo en que la economía permanecerá robusta. Según la publicación, Kudlow dijo que hay cierto pesimismo pero quizás se debía simplemente a la reciente corrección en la bolsa de valores. La causa básica de la preocupación es la brecha creciente entre la evidente fortaleza actual y los débiles indicadores económicos previstos para el futuro.

Los inversores están mostrando precaución sobre la habilidad del sector corporativo de mantener los altísimos márgenes de ganancias actuales. Los índices más importantes de la bolsa se han mantenido bastante planos este año.

Algunos negocios empiezan a cuestionarse el futuro también. Los agricultores están comenzando a sufrir grandes pérdidas debido a la guerra comercial entre Washington y Pekín. Las ventas de viviendas nuevas y de segunda mano han declinado en los últimos meses debido a los aumentos de interés bancario. Las ventas de automóviles, también víctimas de este aumento en los tipos, han ido cayendo desde 2016.

El crecimiento de la economía, de continuar estable, supondría el de mayor recorrido desde la Guerra Civil de los Estados Unidos.

Pero según un proverbio de los economistas estadounidenses, las expansiones económicas no mueren de viejas, y de no manejarse esta desaceleración de forma adecuada, podríamos vernos abocados a una recesión una vez que el vehículo económico pierda el combustible inyectado por los estímulos de la Administración Trump.

Curiosamente para muchos analistas, es precisamente Trump el peor riesgo y la mayor amenaza en esta época de bonanza. La guerra de aranceles con China todavía no ha afectado de forma significativa a la economía doméstica americana, pero de continuar el conflicto comercial, o escalar, el impacto en la economía podría incrementar.

Otra preocupación, y una que saca de sus casillas al presidente que no entiende obviamente de economía, es que la ruta actual de la Reserva Federal de subir los intereses para evitar la inflación, puede ahogar este crecimiento.

Ambas fuerzas, el Gobierno y la Reserva Federal, están golpeando a la industria automotriz. Los aranceles impuestos por Trump al aluminio y al acero, han elevado el costo de producción a las fábricas de autos, el mayor consumidor de estos productos en EE.UU. El aumento de las tasas de interés, ha elevado el costo de los préstamos para la compra de vehículos desanimando a posibles compradores.

Posibles nubarrones  en la soleada economía de los estadounidenses
Para muchos analistas, es precisamente el presidente del país, donald Trump, el peor riesgo y la mayor amenaza en esta época de bonanza

En esta guerra económica, Trump dijo en entrevista con el Washington Post que la Reserva Federal está obstruyendo el crecimiento económico y culpó al organismo de los problemas de la GM. Trump dijo que “la Reserva está cometiendo un error, que él tiene instinto, y sus instinto le dice más que lo que el cerebro de cualquiera pueda explicarle”.

Se espera que la Reserva Federal vuelva a subir los tipos de interés por cuarta vez este año en su próxima reunión a mediados de diciembre, pero que para el próximo año dependa de la evolución de los datos económicos.

Los recortes de la GM reflejan los retos particulares que enfrenta el sector de la automoción, incluyendo el cambio a los vehículos eléctricos y autodirigidos. La directora de la GM, Mary Barra, dijo que la compañía está eliminando puestos de ingenieros mecánicos para hacer sitio a ingenieros informáticos, y que la empresa está haciendo estos cambios ahora aprovechando que la economía todavía está fuerte. Sin embargo, todos los nuevos cambios tecnológicos exigen sacrificios de personal para poder invertir en otras partes del negocio en una economía en la que han declinado las ventas de sus vehículos tanto en EE.UU. como en China, sus mercados principales.

La administración Trump había prometido que sus políticas económicas proveerían un empuje de larga duración, especialmente al sector del automóvil. Por ahora, estas políticas solo han propiciado un incremento en el gasto de corto alcance. Los recortes de impuestos de 2017 estaban designados para animar a la inversión: nuevas fábricas, nuevo equipamiento, nuevos productos. Los aranceles en aluminio y acero extranjeros, así como en productos chinos, deberían haber servido para el mismo propósito. Pero la GM dice que el costo de los aranceles ha sobrepasado a los beneficios fiscales y en lugar de construir nuevas plantas, está cerrando fábricas.

Esta actitud de la GM ha enfurecido al presidente quien amenazó con estar considerando formas de castigar a la automotriz. Naturalmente, esta nueva faceta de GM deja en ridículo los planes y promesas del mandatario: dejará de fabricar ciertos modelos que no se venden y cambiará a una nueva tecnología más eficiente y con energía renovable. Lo que el presidente quiere y prometió es llevar al país al pasado, y muchos de los que votaron por Trump, y ahora se quedan sin trabajo se sienten engañados. El problema nunca fue tanto la competencia en el extranjero, como el hecho de que las necesidades laborales de los empresarios no se ajustan a los empleados mecánicos de hace décadas. Trump propone una economía que no se adapta a cambios necesarios y avances tecnológicos, en otras palabras, se interpone al futuro.

Por ahora las cifras que importan son las de desempleo, y con tantos puestos de trabajo disponibles, se espera una temporada navideña en la que los consumidores se sientan confiados, lo que dará paso a un 2019 con una economía sólida, al menos hasta el verano, luego, ya veremos.

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