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Adonis reinventa su vida a los 22 años de la mano de Don Bosco

La ONG, junto con el Ayuntamiento de Santa Cruz, gestiona desde hace dos años un programa para jóvenes en situación de vulnerabilidad y exclusión social por el que ya han pasado 38 personas
Zaida González junto a Adonis, uno de los beneficiarios del programa de Don Bosco. / DA

Se fue de casa con 18 años sin saber lo qué quería ni cómo conseguirlo. Confiesa que su adicción a los videojuegos, “no hacía otra cosa durante todo el día”, y la imposibilidad de su familia para afrontar la situación, fue el detonante que le llevó a iniciar un viaje que primero le llevó a casa de un amigo y luego a Madrid, donde estuvo durante tres años. Volvió a Santa Cruz, a la calle, a dormir en el albergue con apenas 21 años. Fue allí donde, después de tres meses en el Centro Municipal de Acogida de Santa Cruz, este joven chicharrero entró a formar parte del proyecto que gestiona la fundación Don Bosco para jóvenes en alta vulnerabilidad y riesgo de exclusión social.

Ayer, un año después, Adonis, recibía a los medios de comunicación, pero también a la primera teniente de alcalde de Santa Cruz, Zaida González, y alconcejal de Asuntos Sociales, Óscar García, para dar cuenta de este proyecto apoyado por el Ayuntamiento capitalino desde hace dos años con 72.000 euros. Adonis vive en un piso en El Sobradillo, con otros cuatro chicos, donde ha aprendido a responsabilizarse de sí mismo, a formarse para el futuro e incluso ha conseguido un trabajo. “El objetivo cuando llegué era aprender a salir adelante, con formación, orientándome hacia aquello con lo que me gustaría ganarme la vida, charlas motivacionales y ofreciéndome conocimientos sobre muchos temas”, explicó.

La gran apuesta de futuro de Adonis es el diseño gráfico. Se está formando para ello mientras lo compagina con su trabajo en un gran centro comercial, incluso ha creado su propia marca: ADH Grafics. “No tengo ni siquiera una web pero en breve me pondré a ello”, comenta a los medios con una sonrisa. Adonis forma parte de los 39 jóvenes que en los últimos dos años han pasado por este proyecto en el que Don Bosco establece tres niveles de intervención. Uno bajo, en el que se orienta a los jóvenes que así lo solicitan, otro intermedio, donde también se acompaña a los usuarios del programa en aquello que necesiten, y, por último, el nivel de intervención alta, que son los jóvenes como Adonis, que necesitan de un sitio en el que vivir y por el que han antendido a ocho personas.

Virgina Mora, es la educadora del proyecto, y explica que todos los jóvenes que pasan por este recurso han tocado calle en algún momento. “Vienen derivados del albergue y la mayoría llega en una situación de alta vulnerabilidad”, explica. El funcionamiento de este recurso compromete a los chicos y chicas a estar seis meses en el piso cumpliendo con los objetivos fijados (formación, colaboración, integración en los programas, búsqueda activa de empleo…). “Si no cumplen tienen que abandonar el piso. Si lo hacen, se renueva el compromiso otros seis meses”, explica Mora que, admite, aunque hay casos de fracaso, también los hay de éxito.

“Una de las chicas que pasó por el piso, vive ahora en el sur, con su pareja. Antes de llegar a este recurso se pasó semanas durmiendo en una parada del tranvía. Ahora ha pasado al nivel medio de intervención, ha tenido un bebé, y nosotros seguimos en contacto con ella, atendiendo sus necesidades”, detalla la educadora. “Casi todos -continuá Mora- cuando llegan al piso, los envuelve un sentimiento de abandono”. Mora los visita tres veces por semana, los acompaña a hacer la compra, dan talleres de cocina o van juntos al cine.

Entorno familiar

El programa se hace cargo, como cualquier familia, de la manutención de los chicos, reciben una paga de 30 euros al mes a los que no trabajan y lo que sí lo hacen, aunque dejan de recibir esa asignación, no tienen que aportar nada, “solo tienen que ahorrar y seguir cumpliendo los objetivos”, explica la educadora.

Adonis mira al futuro con optimismo. Se ha marcado un plazo de cinco años para terminar de formarse y empezar a trabajar. “Soy muy creativo y he encontrado en el diseño y la ilustración mi vocación”. Cuenta que cuando se fue de casa sufría una depresión y no encontró otra salida que abandonar su hogar. Mantiene contacto con su familia pero no están en situación de acoger una “boca más que alimentar”. No guarda buen recuerdo de su paso por el albergue y agradece profundamente a Don Bosco el haberle dado la oportunidad, a su 22 años, de reinventarse.

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