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Fútbol es fútbol

Lo que el fútbol ha aportado al lenguaje son tópicos. Todos hemos empezado haciendo periodismo de deportes y los más burros se quedaban ahí, tuvieran la edad que tuvieran. Esto ocurría en lo que llamamos “mis tiempos”

Lo que el fútbol ha aportado al lenguaje son tópicos. Todos hemos empezado haciendo periodismo de deportes y los más burros se quedaban ahí, tuvieran la edad que tuvieran. Esto ocurría en lo que llamamos “mis tiempos”. Ahora no, ahora hay verdaderos eruditos que practican esta modalidad de periodismo y se esfuerzan por componer crónicas distintas, en las que al portero no se le llame arquero, guardavallas, cancerbero o guardameta; al medio no se le denomine volante, sino pivote, y cuando son dos, doble pivote; al delantero centro no se le conozca como ariete y a los extremos como puntas, a los que siempre se aplica un adjetivo: veloz. El colmo de la frase estúpida en el fútbol y en su lenguaje, que todavía aparece, es la atribuida al entrenador que fue del Real Madrid, Bujadin Boscov, que pronunció cierta vez una memez: “Fútbol es fútbol”. Evidentemente, fútbol no puede ser baloncesto. Para mentar la pelota se usan palabros como balón, cuero o bola y para nombrar a la afición no falla eso de hinchada. Ahora, al colectivo, al equipo, se le llama vestuario, como si cada jugador se cambiara la camiseta dentro del otro, convirtiendo a los futbolistas en armarios empotrados; y al entrenador se le conoce como míster, porque eso de ser un señor inglés mola mucho. Por todo eso, y por muchas cosas más, digo que el fútbol no aporta gran cosa al idioma. Incluso en estos días, cuando vuelvo a los orígenes y escribo la crónica de un partido, yo mismo caigo en los tópicos de antañazo y no encuentro sinónimos con los que evadirme de la vulgaridad, por muchos diccionarios que consulte. Creo que recurriré al lunfardo en busca de vocablos con los que contentar a la parroquia, nombre que se aplicaba a la afición local. Ya lo saben: fútbol es fútbol. ¿Y qué?

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