el charco hondo

8-M

Mientras haya quien niegue las desigualdades que siguen en pie, caricaturice reivindicaciones cargadas de razones o frivolice con demandas justificadas, mientras eso ocurra, y ocurre, hay argumentos de sobra para llenar el calendario de ochos de marzo. Mientras haya quienes relativicen las brechas salariales, el doble rasero o las dos velocidades que empapan el día a día laboral, mientras eso pase, y pasa, solo cabe respetar, comprender, apoyar y aplaudir la revolución que especialmente de años a esta parte resume el ocho de marzo. Mientras sus miedos, expectativas, techos, temores u oportunidades no sean nuestros miedos, expectativas, techos, temores u oportunidades, mientras no pisemos el mismo suelo, mientras el cielo no nos quede igual de cerca o lejos, debemos sumarnos a esta revolución durante los trescientos sesenta y cinco ochos de marzo que recorren el año. El feminismo, ese nuevo sujeto emancipador al que alude Josep Ramoneda, está impulsando una transformación como ninguna otra idea o hilo conductor. El feminismo es ya el principal factor de cambio político o social frente a la decadencia de la política o el desconcierto y la apatía de la sociedad. El individualismo tiene su cura en el feminismo. La ampliación de los espacios de libertad, la construcción de la igualdad y el reconocimiento mutuo debe ser un compromiso compartido por absolutamente todos. El siglo XXI solo puede ser así, debe serlo. De ahí que mientras el acoso, los abusos o la violencia sigan derrotándonos colectivamente, mientras haya quienes participen por acción u omisión del supremacismo masculino de la barra de bar, del grupo de WhatsApp, de vídeos o canciones infames o de ofensas tan susurradas como cobardemente consentidas, mientras eso pase, y pasa, hay que sumarse, asumiendo el papel que nos corresponde, a la revolución feminista. Ahora que la derecha extrema abona la banalización de los avances de las últimas décadas, agitando banderas bajo las que late un modelo obscenamente masculino, se multiplican las razones que envuelven, justifican e impulsan este ocho de marzo. Mientras la relación de ellas con ellos siga perdiendo batallas entre los adolescentes, mientras haya quienes se atrincheren para que el relato de la realidad siga siendo cosa solo de hombres, mientras eso ocurra, y ocurre, sumarse a la revolución que resume el 8-M es un paso imprescindible para construir una sociedad justa, digna, mejor.

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