el charco hondo

Sigan bailando

Desdramaticemos, sigan bailando, sigan bailando, qué sigan bailando, esto de ir calle abajo ya lo hemos vivido antes. Seamos realistas, las restricciones legales son las que son, y acaban imponiendo su ley más pronto que tarde. Los decibelios tienen los años contados en las calles o zonas más estrechas. A las limitaciones se les puede ganar una batalla, pero no la guerra, y aun así, suban la radio, suban la radio, qué suban la radio, el área del Orche no va a desaparecer del mapa, solo que acabará siendo otra cosa, otro rollo, otra multitud que no lo será tanto. Esto ha cambiado. Parece que fue ayer, y no, cuando los coches engalanados bajaban por la autopista con los frenos de aquella manera, sin noticias de algo que se pareciera a la ITV y con los noveleros, vaso y cigarro en mano, bailando sobre tarimas colocadas por el manitas del grupo.

Parece que fue ayer, y no, cuando los decibelios tenían barra libre, los coches aparcaban con la música a todo meter en cualquier sitio o a cualquier hora. Parece que fue ayer, y no, cuando el carnaval no tenía límite porque no había ley sobre el ruido que se lo pusiera. Ahora las leyes bailan a favor de la conciliación con el descanso de los vecinos. O lo asumimos, y lo hacemos sin dramatizar, o nos arriesgamos a que denuncias, quejas y sentencias pongan al carnaval fuera de la Ciudad. Fuera, sí.

Preguntemos a los malagueños, que ya tienen sus horas nocturnas bien lejos del centro. O a los sevillanos. O a tantas ciudades que han tirado la toalla. Hay que ser realistas, desdramatizar, suenen los pitos, suenen los pitos, qué suenen los pitos, y movernos hacia las calles, callejones y plazas de abajo, donde 50.000 metros cuadrados nos esperan con los brazos abiertos. No somos el mejor carnaval del mundo, ninguno lo es porque todos son diferentes. El nuestro es el mejor carnaval de la calle, eso sí, y hay espacio de sobra para vivirlo. Si bajan la música, vamos donde no la bajen, hagan la clave, hagan la clave, qué hagan la clave, y ponme otro con dos piedras de hielo. Si sobrevivimos al palo de tener que renunciar al coche con la plataforma, o a lo de que se tenga que quitar la música a una hora determinada, también sobreviviremos a los limitadores en según qué partes de la Ciudad. El futuro del carnaval será donde hay espacio, y el espacio está abajo, sigan bailando.

TE PUEDE INTERESAR