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Entre ucis y servisas

Uno llega a una edad en la que se parece más a una canción de Sabina que a otra cosa. El poeta de la música y de la vida estuvo viviendo en Buenos Aires entre dieguitos y mafaldas y uno está aquí entre ucis -ya saben lo que es una UCI- y servisas -Servisa es una conocida funeraria-. Es decir, que con la moda de los ictus anda el personal de mi edad con tremenda mosca. Menos mal que la prensa, que todavía existe, nos obsequia de vez en cuando con noticias gratificantes, que nos hacen olvidar lo anterior. La de hoy es que España capitanea el onanismo mundial, según el Barómetro del Auto Placer elaborado por la empresa Tenga, o así. Nos siguen los ingleses, alemanes, americanos del norte, franceses, taiwaneses, coreanos, japoneses y chinos (siempre se ha dicho que los orientales son unos viciosos, de ahí que se junten para la cosa hasta en la materia de clasificación correlativa). Estas son las estadísticas que nos hacen sonreír, mucho más que las boberías de las feministas, casi todas más feas que Picio, que fue un zapatero granadino que se volvió calvo y horroroso cuando le comunicaron que le habían conmutado su pena de muerte. Los granadinos son así de raros. Llevo unos días, pues, escudriñando en la letra impresa noticias que me hagan sonreír, y me cuesta, no crean, porque los periódicos sólo hablan del silencio de Pablo Iglesias, más perdido que el barco del arroz en el páramo de su casa solariega. Ese chalé ha hecho más daño que la gripe española. Y uno anda entre ucis y servisas, temiendo lo peor, aunque con la esperanza de que la mala nube pase y nos deje tranquilos un ratito.

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