tribuna

Casimiro, en su Camelot

Cuando en 2015 Casimiro Curbelo salió tormentosamente del PSOE, fui a verlo a La Gomera y accedió a confesarse, en términos premonitorios, acerca de sus planes de futuro fuera de la casa donde había habitado toda su vida política. Cogió un papel y dibujó su mapa de influencia en la isla, calculó su poder de convocatoria y simuló una suerte de escrutinio al que aspiraban las siglas con que se emancipó. Ahora el PSOE bebe los vientos por Casimiro, que, como su propio nombre indica, nunca dice todo lo que piensa o se propone, sino casi. Y en esa disyuntiva, hoy albergan esperanzas en el PSOE canario de que engrose las filas del cambio y no deserte a última hora. En casi todos los pactos históricos de cuantos han acontecido en esta larga travesía autonómica suele haber una asamblea o cónclave de última hora que incline la balanza a un lado u otro; no recuerdo por estos lares un pacto en su placenta alumbrado sin trompicones en posición cefálica, sino pactos podálicos que exigen cesárea. Si la pelota sigue en el tejado de aserejé (como apodan a la ASG de Curbelo), ese último soplo de suspense provendrá de la Isla Colombina, donde a los acuerdos como el que promueve el socialista Ángel Víctor Torres los llaman de colactación. Los líderes gomeros aborígenes sellaban sus convenios bebiendo leche del mismo gánigo, y lo depositaban bajo un túmulo. Si se rompía el compromiso, lo desenterraban para quebrarlo contra el suelo y hacer añicos lo pactado.

Cogí el ferry junto a Fran Pallero y fuimos a ver en 2015 al hombre que hoy tiene en vilo a toda la clase política canaria. Así conocí durante horas de zozobra, en que dudaba si firmar o no el documento de su baja en el grupo socialista del Cabildo, al Casimiro menos hermético que se dolía del desafecto de su partido por una conspiración a bordo. Había apoyado a Sánchez, y lo excusaba: “Mi caída no es obra de Madrid, sino de Canarias”. Miraba de reojo el papel de su renuncia y seguía hablando. No encuentro las notas en que cifró los alcaldes, consejeros de Cabildo, diputados y hasta el senador que esperaba ganar en las urnas con el nuevo partido. Pero se equivocó a su favor: puso en la casilla del Parlamento un dos, y entonces y ahora obtendría tres escaños. Era un hombre atribulado y huérfano de partido. En esas circunstancias lo vi reaccionar de cerca. Dijo que era como un viajero que recibe una noticia y deshace las maletas. Pensaba jubilarse y lo acuchillaron por la espalda. Cambió de planes y empezó de nuevo.
Curbelo, nacido en Vegaipala (San Sebastián), el menor de siete hermanos, que vio emigrar a casi toda la familia a Venezuela (menos él, que estudió Geografía e Historia), recordaba al padre agricultor regresando con ahorros para levantar la casa de El Calvario, donde alojaba a viajantes de todas partes, y en esa atmósfera de vecindad creció rodeado de gente. “Yo no soy un cacique”, me espetó cortante. Pero aquel día ya sumaban tres los muertos de la isla y papá Cabildo pagaría los entierros, como los de todo gomero fallecido en cualquier parte del mundo. ¿No es eso una política clientelar?, le pregunté. “No pido a nadie que me vote a cambio de una ayuda”, se defendió, sin firmar todavía su defunción socialista.

Ahora, en Canarias, están las fieras de los pactos desatadas. Y viene Rajoy el día 20, invitado por la Fundación DIARIO DE AVISOS, antes de que el Parlamento vote la investidura. España es un eterno calcetín al que unos y otros le dan la vuelta; otrora gobernaba Rajoy y su contraparte era Pedro Sánchez, que ningún oráculo adivinó hasta dónde sería capaz de llegar, una vez excomulgado como Curbelo. Las vueltas que da la vida. Ahora Sánchez, que hace migas con Casimiro, ejerce de Rajoy, en busca de la abstención de otro gran partido, y el estafermo original, como diría Pedro J., está viendo los toros desde la barrera, como él mientras le duró el exilio. España está en el mismo sitio. Y las Islas. Pero CC, un aliado condicional de aquel PP, está asistiendo a sus horas más críticas, y en la miniatura de la política de este volcán se produce una especie de desembarco de Normandía que las atalayas de Coalición no acertaron a ver venir. El telón aún no ha caído, y en tanto la izquierda cierra filas con Curbelo, CC y PP se exploran y cortejan a Cs, el referente moral, que exige la cabeza de Clavijo, el tótem imputado.

En aquella larga conversación con Casimiro en 2015, con la Torre del Conde a dos pasos, salió el nombre de Merkel, la fugaz senderista que recorría la isla. Rajoy tiene piel de cocodrilo, decía la canciller alemana, elogiando la paciencia beduina del exlíder del PP que arrostró la mayor crisis económica de la historia con la misma cachaza que el musulmán, que, sorprendido por una tormenta, se cobija bajo su manta y espera indolente hasta que amaine el viento. Sánchez, incombustible como Merkel y Rajoy, es un claro prototipo de resiliencia. Como Curbelo. Clavijo se dejó desbarrancar por el caso Grúas y ya su partido lo titubea. A la desesperada, CC hará ofertas, pero el sobrepeso y la pereza que da el poder prolongado atrofian los reflejos. No es como antes. Fritanga y ketchup, que diría Alberto Chicote de políticos obesos por la buena vida. Eso ocurre por confundir la curia de Teobaldo Power con la vitalicia del Vaticano, donde también cría cloacas. En La Laguna los coalicionólogos recuerdan el plan de secuestro de la concejal del PP Raquel Lucía Pérez Brito en 1999 para evitar una supuesta moción de censura del PSOE contra CC. “El día que va a votar no aparece y se ve en un cuarto oscuro…”, describió el padre de la idea a los encargados de llevarla a cabo a cambio de una licencia que nunca se cumplió y de ahí que todo se destapara. Sospechan de un tamayazo el sábado en la elección del alcalde de izquierda.
Cuando, en 2015, ya me despedía de Casimiro, cogió al fin el papel y lo firmó. Llamó a su secretaria y le pidió que diera curso a su dimisión como socialista, pasando a ser consejero no adscrito en la más absoluta soledad. Como fui testigo de su inmolación, sé que la falta de cariño era lo que mataba aquel día a este descendiente remoto de Hautacuperche en su Camelot insular.

TE PUEDE INTERESAR