en la frontera

El centro y la tecnoestructura

La política reclama hoy equipos con la instrumentación intelectual adecuada para abordar los problemas a los que se enfrentan las sociedades desarrolladas en toda su complejidad. Sin embargo, una eficiencia que pretenda apoyarse solo en una fundamentación técnica de la actuación política está llamada al fracaso, pues suele pasar por alto que la política está convocada esencialmente a la mejora de las condiciones de vida de las personas en un ambiente de verdadera participación y de control efectivo del poder.

Esta consideración está en la entraña misma de las denominadas políticas de centro, porque, al fin y al cabo, la consideración de que la solución a los problemas humanos y sociales se alcanza por una vía técnica podríamos calificarla como idea matriz de lo que se denomina ideología tecnocrática, dominio de la tecnoestructura, primado del tecnosistema, por cierto, hoy de gran actualidad.

Esta afirmación sobre la hegemonía de la ideología tecnocrática recuerda la versión más negativa de la ideología, como discurso cerrado, reductivo y dogmático, por cuanto se asienta en la despersonalización del individuo y en la desocialización de los grupos humanos. Tal esquema lo podemos encontrar en los intervencionismos más intensos como en los liberalismos más radicales. La eficacia de la política no se apoya solo -no puede hacerlo- en el rigor técnico de los análisis y sus aplicaciones, aunque este valor deba tomarse siempre en consideración. Es necesario el sentido práctico, muy próximo al realismo, al sentido de la realidad que también desde el centro se reclama.
Muchas veces la solución técnica más intachable, la más correctamente elaborada, es inviable, o puede incluso ser perjudicial, porque los hombres y las mujeres a los que va dirigida no son solo pura racionalidad, ni sujetos pasivos de la acción política, ni entidades inertes, cuya conducta pueda ser preestablecida.

Por eso, frente a los populismos que expresan las más puras esencias del doctrinarismo radical de una u otra orilla ideológica, y frente a la alianza tecnoestructural entre poder político, financiero y mediático, que en el fondo se confunden, precisamos políticas más humanas, más moderadas, más realistas. Hoy más necesarias.

Como es sabido, el espectro político tradicionalmente lo definen dos puntos y lo representa un segmento, que ahora se ve ampliado y se define por tres puntos que ahora representan un triángulo, con tres posiciones diferentes y, por ello, netas y claras. Pues bien, para definir tres puntos, los rudimentos de la geometría nos permiten construir una nueva figura: la circunferencia. En ella el centro ocupa una posición de apertura a todos los puntos de la superficie y desde la que se mira arriba, abajo, a la izquierda, a la derecha…, sin la rigidez impuesta por aquel tradicional segmento polarizado.

Pero, precisamente por el propio contenido del centrismo, será en las políticas concretas -política municipal, política autonómica, política económica…- donde se apreciarán los principios que configuran la acción política propia de las posiciones centristas, principios que conforman un verdadero espacio político que parte de la mentalidad abierta, la metodología del entendimiento, el trabajo sobre la realidad, la sensibilidad social y, por encima de todo, la centralidad de la persona. Casi nada.

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