tribuna

Independientes con prestigio

Cuando se anuncia la composición de un Gobierno formado por independientes de reconocido prestigio se añade que esas personas deben de coincidir con el programa que se ha ofertado en la campaña electoral, que, de paso, es el mejor y más beneficioso para España que se pueda imaginar. En principio habría que poner en cuestión está bondad suprema, porque si se abren otras posibilidades, como de hecho existen (pacto con Podemos o pacto con Ciudadanos), sería objeto de negociación y podría contaminarse con propuestas provenientes de la extrema izquierda o del centro político. Es decir, la pureza de la fórmula magistral se vería adulterada por la introducción de matices por parte de los pactantes. Pero vamos a lo importante; a ese Gobierno maravilloso (otro Gobierno bonito) apoyado en dos conceptos que no tienen cabida en la política actual: la independencia y el prestigio. Dejaría de ser independiente aquel que, sin más, esté dispuesto a aceptar todo el contenido programático sin ponerlo en discusión; y, si lo hace, dejaría inmediatamente de tener prestigio, pues todo el que pudiera atesorar en base a su independencia, lo perdería al perder ésta.

Se mire por donde se mire, es una soberana contradicción este maridaje de la independencia con el prestigio. No puede ser. Se trataría de convertir en cabestros a los toros que andaban libres correteando por las praderas. Ya lo hemos visto. Pasarían a jugar el papel de mansos y perderían su independencia y su prestigio, si es que alguna vez lo tuvieron. Por tanto, la solución anunciada no tiene viabilidad, y además no se corresponde con esa frase tan cacareada de responder a lo que el pueblo ha expresado en las urnas. Se habla mucho de pactos, de la cultura de los pactos, y hasta de las mediciones de las preferencias sobre estos que manifiestan los confiados ciudadanos encuestados por el CIS, sobre todo en el último sondeo, donde se pretende forzar el resultado a conveniencia de quien lo encarga, como siempre. Si el debate sobre los pactos se abre a las posibilidades de hacerlo con el centro derecha o con la extrema izquierda, el partido del Gobierno no está ocupando una posición centrada, sino que asume el papel de auténtica bisagra para poder escorarse a un lado o a otro. De aquí que la postura menos arriesgada es la de los independientes con prestigio, sin darse cuenta de que el recurso de buscar gente con prestigio fuera del partido implica el reconocimiento de que dentro no la hay. Ese maravilloso programa al que deberán someterse las prestigiosas e independientes eminencias puede estirarse tanto como un chicle. En un tiempo reciente se han firmado cincuenta puntos con Ciudadanos para una investidura fallida, en 2016, y otros tantos con Podemos para unos presupuestos, también fallidos, en 2018. ¿A cuál de estas entelequias deben mostrar su aceptación incondicional las lumbreras que se vislumbran como fichajes estrella para formar el gabinete ideal que ansiosamente está deseando nuestro país? Coincidirán conmigo en que nada de esto ofrece la seriedad suficiente para que pueda ser aceptado por las brillantes mentes que hoy se encuentran ocultas en sus cátedras o en los puestos directivos de las empresas. Si lo hacen, ya no serán lo que dicen que son, y pasarán a engrosar las listas de la vulgaridad, como sumisos peones en manos de los diseñadores audaces de las estrategias para mantenerse en el poder, dictadas por los asesores que actúan sin recato alguno en nombre del marketing.

TE PUEDE INTERESAR