tribuna

Josu Ternera

Lo que para unos es la paz y el heroísmo para otros es la guerra, el asesinato y la crueldad. Todo depende del lugar en el que te coloques. Las luchas para cambiar las estructuras sociales dan como resultado esta división de opiniones. Por eso, cuando los intentos de demolición son reprimidos por los encargados de preservar el orden establecido, al hecho se le denomina terrorismo de Estado. Nunca nos pondremos de acuerdo sobre dónde están los héroes y dónde los villanos en este juego desordenado que se ejecuta con sangre de verdad y a tiro limpio.

Siempre hay una tendencia a salvar la épica del débil y del supuesto perdedor. Es algo innato que se produce desde el día en que David derribó a Goliat lanzándole una piedra con su honda. A partir de ese momento su imagen colosal deja enana a la del gigante derribado. Si no hubiera ocurrido así, sería Goliat el que habría sido esculpido por Miguel Ángel en la estatua que tiene más de cinco metros de altura, y a la que se considera como un símbolo de la República de Florencia, después del derrocamiento de los poderosos Médicis. En este caso es el triunfo glorioso del pequeño lo que eterniza el cincel magistral del artista. Las democracias modernas abren otras posibilidades para abatir al poder establecido, incluso para acabar con el sistema, pero en algunos casos las urgencias por no poder conseguirlo, por el procedimiento de convencer reflejado en las urnas, provocan la elección de vías drásticas que son incompatibles con las reglas que sirven para garantizar la estabilidad del régimen. La sociedad, en estos casos, se defiende y llama brutos y salvajes a los que vienen a destruir sus fundamentos, a pesar de que se alimenten simpatías cercanas a ideales aparentemente comunes que tiendan a la protección del que juega, desde la subversión, el papel del más débil. Un ejemplo lo tenemos en la Venezuela actual. Para unos Guaidó es el heroico David frente al Goliat Maduro, mientras que, para otros, este último es el que está siendo víctima del acoso del no menos gigante capitalista que gobierna al mundo desde Washington. Todo es relativo. Hay una izquierda democrática que no se puede resistir a tomar partido por aquello que se encuentra en su desiderátum más íntimo, aunque luego, cuando le toque defender el orden, se protegerá frente a cualquier atentado contra el sistema que la llevó al poder. Esto es lo que hace que algunos, ante la detención de Josu Ternera, acusado de ordenar el atentado de Zaragoza que costó la vida de ocho niños, recuerden que este hombre es el héroe que propició la disolución de ETA, si es que es verdad que a la interrupción de sus actividades militares se le puede considerar una disolución. No faltará algún comentarista fanatizado que diga que ese apelativo obedece a una denominación técnica del mediador en un proceso de paz. Lo cierto es que estaba huido de la justicia, y también que los poderes públicos habían hecho la vista gorda hasta el momento actual. Todavía hay quien piensa que si los niños asesinados eran hijos de unos maduros no eran cualquier clase de niños. Todo es tan relativo. Yo, por lo que pueda pasar, siempre tomaré partido por lo que tenemos y tanto nos ha costado conseguir. Ya hay algunos que dicen que la auténtica democracia, la real, está en el otro lado. Estos aseguran traer la bandera del cambio. Yo no lo sé, pero, por si acaso, mejor será no comprobarlo.

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