superconfidencial

Los danzones

Me cuenta una amiga tinerfeña que viajó a Cuba -y se dio un garbeo por la noche de la ciudad- que se llevó monumental sorpresa cuando, en medio de la pista de un viejo cabaret, vio a dos danzones. Pero no a dos danzones cualesquiera, tejiendo arabescos y sabrosuras, sino a dos ilustres políticos locales. Uno era Carlos Alonso, a la sazón y todavía presidente del Cabildo de Tenerife, y el otro su segundo, Efraín Medina, que le daba al meneo como nadie, causando la admiración de la concurrencia, mayormente turistas desinhibidos que por allí bailaban. Ninguno se esperaba el encuentro –la turista era persona conocida-, así que cada uno huyó de allí como pudo y se perdió en la noche de La Habana, con sabor a melaza como diría Carlos Cano. No cabe duda de que el mundo es un pañuelo. Tampoco es que los bailarines no tuvieran derecho a darle al cuerpo entre aquella marabunta sudorosa, pero lo menos que querían ellos era ser vistos, alegres y confiados, cual danzones de Barbarito Diez, que era el bailón mayor de Cuba. Ya se sabe que bailar pegados es bailar y que lo contrario, parece que no, como canturrea Sergio Dalma; estos nuestros bailaban como los delfines de Kiesling, con cierto estilillo, sobre todo Efraín, que tiene unos andares conmovedores. La turista que me lo contó nunca iba a imaginarse estas alegrías cubanas de dos de nuestros regidores insulares, pero, claro, derecho al ocio, una vez que se cumplen las jornadas de trabajo –si es que fueron a trabajar-, sí que tiene el personal. Yo lo reflejo aquí como una anécdota, como cuando Pepe Segura se fue a Venecia, se puso de pie en la góndola y empezó a cantar Venecia sin ti, con peligro de naufragio y manoteos del gondolero para mantener el equilibrio.

TE PUEDE INTERESAR