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Aquel 12 de septiembre

Fue un 12 de septiembre de hace cinco años cuando, valiéndose de traiciones y de propinas, miembros del Consejo Político de Coalición Canaria defenestraron a Paulino Rivero. Traiciones de muchos y óbolos a compromisarios venezolanos, que se dejaron comprar a cambio de unos denarios por ciertos dirigentes de Coalición Canaria. ¿Verdad, Ana Oramas; verdad Efraín Medina? ¿Verdad, verdad? Paulino Rivero dominaba la jauría, pero la jauría se le rebeló y hasta el fiel Barragán se le volvió infiel, tan infiel como los moros de la morería. Hoy, años después, Coalición Canaria ha sido desalojada del poder por la nula capacidad negociadora de sus imberbes dirigentes. Curiosa paradoja: más votos, pero en la puta calle. Cada vez estoy más de acuerdo con Borges cuando dijo que la democracia era un abuso de la estadística, pero también cada vez estoy más de acuerdo con las imperfecciones estadísticas de la propia democracia. Clavijo es un novato prepotente; Carlos Alonso se atrevió a enfrentarse a su mentor; y su mentor, Melchior, estaba comprando el otro día cañones en la fábrica realejera de los hermanos Toste, que yo lo soñé. Resuenan los foguetes en las sombras laguneras celebrando el desahucio. Paulino sigue riéndose, entre Madrid y Tenerife, ganando el dinero que antes no ganaba y celebrando el favor que le hicieron los traidores y los vendidos aquel 12 de septiembre, una fecha negra en la historia de la Coalición Canaria bien controlada y poderosa. Hoy queda el excremento de los años en el poder y un montón de parados que sienten frío, porque no sabían hacer otra cosa que estar ahí, haciendo sonar el mariachi. Sólo Ana Oramas sobrevive en su escaño del Congreso, pero le durará hasta noviembre, en que caerá también si hubiera o hubiese elecciones. Y es que Roma no paga a traidores. ¿O es que no lo sabían?

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