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Ciudadanos y los ciudadanos

La crisis que está sufriendo Ciudadanos -y que viene de tiempo atrás, no de ahora-, arroja nueva luz sobre lo sucedido con sus dos concejales en el Ayuntamiento de la capital tinerfeña, sometidos a un expediente de expulsión del partido por presunto transfuguismo. Ciudadanos nació como un partido liberal y centrista que, en la primera declaración programática de sus Estatutos, se definía también como socialdemócrata; definición que sería suprimida posteriormente para quedar circunscrita a lo liberal, eso sí, con una ineludible orientación social. Un liberalismo social que es propio de los demás partidos integrantes del grupo parlamentario europeo al que Ciudadanos está adscrito, con los que comparte esta orientación ideológica, aunque últimamente lo separa de ellos su opción estratégica en el escenario político español.

Ciudadanos repite los intentos centristas anteriores -siempre fracasados-. El problema es que esa ubicación ideológica y su subsiguiente estrategia comportan un permanente futuro minoritario. Un partido liberal al uso se sitúa en un centro político convencional, lo que significa que asume ser un partido bisagra condenado a pactar a su izquierda y su derecha siempre desde una posición minoritaria, ya sean acuerdos de investidura, de legislatura o, incluso, de gobiernos de coalición (o de cooperación, según la nueva doctrina de La Moncloa). Condenado a pactar para que el partido mayoritario de turno gobierne, a cambio de conseguir, en el mejor de los casos, que ese partido mayoritario acepte una pequeña parte del programa del partido bisagra, y después lo cumpla. O a cambio de nada, como Manuel Valls.

Es lo que reclaman los críticos del partido. Pero la presión que se está ejerciendo sobre Albert Rivera para que Ciudadanos se abstenga en la investidura, y no obligue a Pedro Sánchez a pactar con independentistas, se fundamenta en una doble falacia. Primero, porque el PSOE ya ha pactado -vergonzantemente- en Pamplona con los independentistas vascos por imposición del PNV (además de acoger a Otegi en la televisión pública), lo cual era más que previsible. Y segundo, porque Pedro Sánchez ha declarado socio político preferente a Podemos, cuyos escaños necesita, y Pablo Iglesias propugna un referéndum catalán de autodeterminación.

Ciudadanos se encuentra en una difícil encrucijada. Rivera y su núcleo duro han elegido abandonar el centro porque su objetivo estratégico es alcanzar el Gobierno, y para eso no sirve un partido bisagra, para eso hay que ir a la derecha. Y en la derecha Rivera pretende sobrepasar al Partido Popular y ganar la plaza de jefe de la oposición como paso previo a un futuro acceso al poder. Su incremento de diputados en las últimas elecciones generales le han convencido de que la operación es posible. Tiene, además, que ganar poder institucional, para ello en muchos escenarios necesita el apoyo de Vox, y resultan patéticos sus esfuerzos por negarlo y por no pactar con ese partido. No creemos que, como están señalando algunos, Ciudadanos vaya a repetir la historia de sus antecesores centristas, pero, a poco que se equivoque, está en peligro de repetirla.

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