el charco hondo

Redondismo

En trece días este país sabrá si tiene líderes o contables. En dos semanas (cuando el reloj marque la hora de las sesiones de investidura) sabremos si tenemos partidos o tribus de quinceañeros, políticos o pandilleros. Las elecciones fueron hace una eternidad, allá por el 28 de abril, y ahora, a las puertas de la recta final de julio, podremos averiguar si quienes contaminan la atmósfera, los medios y las tardes con tanta verborrea son agitadores del montón o dirigentes, polemistas o estadistas. Este país no se merece otras elecciones. Condenarnos a otra convocatoria electoral conllevaría el triunfo de la mediocridad. Ni el país puede permitírselo ni estas Islas están en condiciones de pasar otros tantos meses con la agenda Canarias-Estado en la sala de espera, desesperando. La falta de acuerdo arrastraría a todos, sin excepción. Una investidura atascada o bloqueada implicaría que los asuntos de Estado y las prioridades de Canarias pierdan un buen montón de meses, un tiempo que ni el Estado ni Canarias pueden despilfarrar. Con el PP buscándose, y Ciudadanos sin encontrarse (ahogados los de Cs en el limbo donde los tiene Rivera), Sánchez e Iglesias tienen la obligación de dar con la salida del callejón. En uno de los lados de la mesa donde los actores principales juegan al póquer, el tándem formado por Pedro Sánchez e Iván Redondo agita un cóctel de habilidad, atrevimiento y tacticismo, un combinado exitoso e imprescindible para explicar las múltiples resurrecciones del presidente del Gobierno; una fórmula redonda, que como en otros casos ha requerido también del empuje de la suerte, de la torpeza de sus adversarios y de contextos favorables (factores aleatorios que han rematado el trabajo del gurú de quien aspira a su primera investidura poselectoral). Redondo, director de Gabinete de Sánchez, ha movido los hilos con pasmosa eficiencia, reconvirtiendo el sanchismo menguante en redondismo triunfante. En trece días Sánchez y Redondo (pilotos de este PSOE) se juegan su definitiva consagración, y lo harán con la tentación de dormir el partido, soñando a ratos con un noviembre electoral aún más favorable. Puede que al redondismo le haya apetecido más de una vez la hipótesis de volver a las urnas, pero el país no se lo merece. Las conversaciones, avances y retrocesos de estas semanas deben acabar como debe ser: sacándonos de tanta interinidad y de tanta impostura.

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