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Tragedia de Vargas: varios supervivientes recuerdan el deslave que convirtió las casas en barcos de papel hace 20 años

No se conoce con precisión la cantidad de muertos tras desplomarse el cerro El Ávila ese 15 de diciembre de 1999. Las estimaciones de las autoridades alcanzan los 30.000 fallecidos y más de miles desaparecidos, entre los que se encuentran 119 niños en paradero desconocido
Tragedia de Vargas: varios supervivientes recuerdan el deslave que convirtió las casas en barcos de papel hace 20 años. DA
Tragedia de Vargas: varios supervivientes recuerdan el deslave que convirtió las casas en barcos de papel hace 20 años. DA
Tragedia de Vargas: varios supervivientes recuerdan el deslave que convirtió las casas en barcos de papel hace 20 años. DA

El Nacional / Diario de Avisos

Se cumplen 20 años de la tragedia de Vargas (Venezuela). Las fuertes lluvias con las que inició diciembre de 1999 eran el indicio de uno de los desastres naturales más grandes que sacudió no solo a un estado, sino a un país que no había vivido en la historia reciente una catástrofe de esta magnitud. Hasta el momento se desconoce con precisión la cantidad de muertos. Las estimaciones ofrecidas por las autoridades alcanzan los 30.000 fallecidos y más de miles desaparecidos, entre los que se encontran 119 niños en paradero desconocido.

La cantidad de agua que cayó sobre el cerro El Ávila hizo que se produjera el deslizamiento de piedras, de enorme tamaño, y de los troncos de los árboles que habían sido arrancados. Chocaban con las casas y los edificios con una fuerza tan vasta que fueron capaces de demolerlos.

De la tragedia de Vargas quedó un desierto

Muchas personas murieron en sus casas atrapadas porque no pudieron salir a tiempo o porque se resistieron a dejar su hogar durante años, quizá lo único que tenían. Las toneladas de lodo tapiaron las calles y solo quedó un lugar desconocido para quienes pudieron ver el después de aquella erosión que arrasó con todo lo que había a su paso.

Pocas edificaciones se mantuvieron erguidas o quedaron notablemente dañadas. Coches, autobuses, animales y personas se iban con la corriente. No hubo contemplación de la naturaleza en esa fecha, en la que Venezuela se preparaba para las elecciones con las que el fallecido presidente, Hugo Chávez, pretendía modificar la Constitución.

El Nacional contactó con varias supervivientes de esta tragedia. Tras 20 años, así recuerdan esos días de incertidumbre, devastación y resignación.

“Todavía me duele”

Gladys George, de 66 años, señaló que “tanto para mi hijo como para mí, la tragedia de Vargas fue una situación difícil. Yo estoy viva porque mi hijo, que en aquel entonces tenía 17 años, no quiso quedarse en casa. Yo tenía un gran dolor por la pérdida de mi hijo mayor dos años antes y, por no dejarlo solo a él, lo seguí. Dejé mi casa, a mi esposo, a mi padre, que estaban tratando de ayudar a otras personas a subirse a la azotea de mi casa. La verdad es que no es fácil tomar una decisión así y dejar todo atrás. Huimos a un cerrito que quedaba al frente de mi casa y vimos cuando llegó la ola que arrasó con todo y nos dejó sin nada”, indicó.

“Son 20 años de la tragedia de Vargas, pero para mí, sinceramente, fue ayer. Todavía me duele muchísimo. Recuerdo a mis vecinos como mis hermanos, mi esposo y mi padre. Lamentablemente, no vimos la magnitud de lo que podía suceder. Eso era monstruoso, acababa con todas las construcciones, las casas salían como barquitos de papel. Mi hijo me abrazó y me pidió que no siguiera viendo porque iba a ser más difícil, pero yo vi cómo se cayó mi casa y asumí en ese mismo instante que mi esposo y mi padre no sobrevivieron. Es que era inminente, no podían sobrevivir a la magnitud de esa ola que arrasó con todo. Pasamos la noche en un lugar cercano y al día siguiente constatamos que ya no quedaba nada”, recordó.

Gladys George indicó que en los días posteriores “no fue fácil levantarse. Nuestra vida ha sido una continua lucha, y aún seguimos luchando para sobrevivir a aquella gran tragedia que aún nos arropa día a día. Nos fuimos a Estados Unidos. Lo importante es seguir la lucha día a día y apoyarnos para que la carga sea más llevadera. Ojalá que nos demos cuenta del país que teníamos y a dónde hemos ido. Aún seguimos viviendo en tragedia”, subrayó.

“estaba aterrado”

Ronald Ramos, de 31 años, recordó que “no paraba de llover. Tenía 11 años y no entendía muchas cosas. En el barrio se cayeron dos casas y los adultos comenzaron a alarmarse. En el momento en el que río se desbordó muchas personas corrieron hacia la zona montañosa, tratando de resguardarse. Habían personas que no creían que el río se fuera a desbordar de esa forma. La familia permaneció en mi casa hasta que se cayó una vivienda que afectó a la nuestra. Por ese motivo nos fuimos rápidamente hacia la casa de una tía que estaba más resguardada. Desde allí pude ver como el río se llevaba las casas una tras otra. Iban cayendo como barajitas, como naipes. Fue algo bastante abrumador”, comentó.

A su corta edad, Ramos indicó que “estaba aterrado, no sabía qué hacer. Escuchaba a la gente gritando: “Ayuda, ayúdenme”. Todo estaba oscuro, era de noche y no había luz. Muchas familias abandonaron al día siguiente con desesperación el barrio, buscando una forma de sobrevivir, con las cosas que tenían encima”, subrayó.

“Recuerdo que gran parte de mi familia se quedó en casa de mi tía, que se convirtió en una especie de refugio: almacenábamos comida, agua y mecheros de aceite o gasoil”, continuó. “En ningún momento dejamos la casa porque por la radio estaban diciendo que a muchos niños los mandaban sin sus padres en los helicópteros de rescate para ahorrar espacio”. Un mes después de la tragedia comenzó a llegar Protección Civil y los rescatistas. “Todo se había convertido en una tierra de nadie”, reconoció.

“Durante esa época llegó lo que llamamos la segunda tragedia, que fue la oleada de saqueos y vandalismo, que agravó la situación que estábamos viviendo. Se convirtió en un pueblo sin ley”, reconoció. En vista de lo sucedido se declaró el toque de queda y llegó la Guardia Nacional.

Ronald todavía con frustración los días posteriores. “Se presentaron muchas situaciones de personas que quedaron atrapadas, tenían la pierna o el brazo atravesados por una cabilla o por un árbol. Estaban vivos, pero no podían salir. Acompañé a mi papá llevando comida. Era frustrante ver cómo habían muerto”.

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