
En los años de vida parlamentaria en Madrid de Coalición Canaria (CC), antes Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC), nunca se les pasó por la cabeza a sus dirigentes fundadores asumir un papel intrascendente. De Manuel Hermoso a Paulino Rivero, pasando por Adán Martín, el objetivo de los nacionalistas en todas las etapas, con el PSOE o el PP, fue influir en Madrid. Desde ayer, tras votar en contra de Sánchez, con Ana Oramas pidiendo perdón a su partido por haber desoído su mandato de abstenerse sin previo aviso, la situación en que queda CC es inédita.
Podía haber sido determinante en una coalición que depende de una frágil mayoría, pero, dado el desenlace, no pintar nada en los próximos cuatro años es el peor porvenir que podían desear sus dirigentes en las Islas, justo en el momento en que más necesitaba protagonismo este partido tras verse desalojado de la práctica totalidad de las instituciones como consecuencia de las pasadas elecciones de mayo. Oramas, convertida en un fantasma que vaga por los pasillos del Congreso, condena a CC a un papel sin precedentes. Máxime cuando, a causa de su propia indisciplina, considerada “grave” en Coalición, este partido se apresta, aunque se sienta más obligado que decidido a ello, a abrirle expediente de expulsión.
En CC no pueden sino lamentar que el debutante diputado de Teruel Existe pase a tener, desde ayer, mayor influencia, peso y ascendiente en la Moncloa que una organización como CC con más de un cuarto de siglo de existencia.
Tanto cuando tuvieron grupo propio, en la edad de oro del partido con cuatro diputados, como en las últimas legislaturas en que han tenido que conformarse con un solo escaño, siempre en CC prevaleció la idea de ser importantes en la Carrera de San Jerónimo. Desde ayer, estrena una condición hasta cierto punto insólita: habiendo tenido en su manos todas las posibilidades de acabar siendo determinante en un grado sumo, se ha de conformar con la más absoluta irrelevancia por decisión propia. Ana Oramas apostó, arriesgadamente, por abrir fuego en la disidencia dentro del bloque de apoyo a Sánchez y convertirse en avanzadilla de lo que Inés Arrimadas calificó de “valientes” tratando de hacer proselitismo entre los 120 escaños socialistas. Pero, como quiera que su indisciplina no cundió y el candidato socialista resultó reelegido ayer en la votación de investidura, la posición de CC pasa a la zona marginal de los diputados caídos en desgracia y en un ridículo difícil de disimular.
Dado que Pedro Quevedo (Nueva Canarias) sí figura en el núcleo de apoyos imprescindibles que han posibilitado la mayoría que necesitaban PSOE y Unidas Podemos, la conclusión es que el nacionalismo canario podrá seguir influyendo en Madrid, como sucediera en la etapa de Rajoy como diputado 176, a través del representante de NC. Este partido había firmado el viernes un acuerdo con el PSOE por el que le votaría ‘sí’ a cambio de las demandas contempladas en la agenda canaria. Ese convenio incluía la ejecución de las conquistas establecidas en el nuevo Estatuto de Autonomía y en el nuevo Régimen Económico y Fiscal (REF), además de la separación de los recursos fiscales de esta norma respecto a la financiación autonómica, así como los convenios de infraestructuras y empleo, y la disponibilidad de cerca de 500 millones que estaban en discusión del convenio de carreteras durante los años de la crisis. Quevedo se convierte de este modo en garante de tales acuerdos, que favorecen a Canarias, la comunidad en la que gobierna su partido, NC, junto con el PSOE, Sí Podemos Canarias y ASG. Precisamente, Román Rodríguez, líder de NC, es vicepresidente y consejero de Hacienda del Ejecutivo que preside el socialista Ángel Víctor Torres.