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Un incidente en Ecuador

Recibo una carta de unos primos ricos, que viven en Ecuador. Me han contratado para que apoye con ideas y eslóganes al candidato de la derecha para la alcaldía de Guayaquil. Tomo un avión y con una secretaria viajo a aquel país y a aquella ciudad. Mis primos viven en una preciosa urbanización, formada por chalets con jardines y piscinas, junto al mar. Yo he de subir al piso P-25 del único rascacielos para dejar las maletas y tener la primera charla con el candidato, que nos acompaña en el ascensor, a mi secretaria y a mí, junto a la inquilina de otro de los pisos, una chica joven, morena. El ascensor no toma el camino vertical, sino que llegado a uno de los primeros pisos se desvía hacia la izquierda y funciona como un funicular, unido con abrazaderas a un cable de acero. Parece muy seguro. De repente, la funda de la cabina se desprende y volamos hacia el mar sólo tres personas: el candidato, mi secretaria y yo. La cuarta pasajera del ascensor se queda con cara de espanto, pero permanece en el extraño elevador. Nosotros nos precipitamos al mar -yo llevaba puesto un jersey rojo-, pero tardamos una eternidad en caer. Yo había comentado a mis acompañantes la violencia con que el agua chocaba contra las rocas de la costa, ante de producirse el lance. Nos manteníamos dentro de la funda metálica de la cabina y, como pudimos, logramos acercarla a un cercano malecón, donde se empezaba a arremolinar la gente, que nos echó una mano para alcanzar una especie de muellito de carga. Logramos salvar las maletas de mano que llevábamos y el candidato hasta una botella de un licor de la zona que portaba en sus manos, dentro de un cartucho. ¿Ustedes me quieren decir qué significa este disparate de sueño que tuve anoche?

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