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El virus económico

El Gobierno continúa con su ensayo de prueba y error en el catálogo de permisos y prohibiciones de movilidad ciudadana, a medida que surgen realidades y situaciones que no había previsto. Y prosiguen también las discrepancias en su seno y los enfrentamientos con sus aliados nacionalistas, que ni siquiera ahora abandonan sus objetivos estratégicos y no dejan de presionar. Es el virus político al que nos referíamos la semana pasada y que es el responsable de que, por ejemplo, un Consejo de Ministros dure todo un día de discusiones. La gente de Pablo Iglesias en el Ejecutivo está intentando aprovechar la situación para implementar algunas medidas radicales de su ideario y se ha llegado a hablar de la nacionalización de la banca junto a otras nacionalizaciones. Un disparate de graves consecuencias económicas si se llevara a efecto, y que, curiosamente, une al extremismo comunista con el extremismo de derechas: la nacionalización de la banca era un punto muy importante del Programa de Falange Española, que José Antonio defendió siempre. Por cierto, de los doscientos mil millones de euros anunciados por Pedro Sánchez para paliar la crisis económica que se avecina (más de la quinta parte del PIB español), unos ochenta mil millones los aportará la banca en forma de créditos avalados por el Gobierno. Solo nos faltaba un corralito bancario nacionalizado para terminar de emponzoñar la situación.

Cuando superemos la crisis sanitaria tendremos que enfrentarnos a sus devastadores efectos económicos, con recesión incluida. Se habla de la peor crisis económica y social desde la Segunda Guerra Mundial, pero muy probablemente será peor. Y lo será porque el grado de internacionalización e interdependencia y la configuración de la economía mundial son muy diferentes ahora; sin ir más lejos, la economía china estaba entonces en sus inicios y no contaba, mientras Estados Unidos fue uno de los motores de la recuperación europea con el Plan Marshall, junto con la Commonwealth. Ahora, Estados Unidos está también afectado y el Reino Unido no cuenta como antes. Se anuncian tiempos difíciles.

El virus de extrema izquierda que anida en nuestro Gobierno se caracteriza por desconocer las leyes de la economía, y repudiar el mercado y la propiedad privada. Eso le conduce a un voluntarismo económico, a disparar el crecimiento del gasto público y de la deuda, a aplastar fiscalmente a la clase media, y desconocer que la empresa privada no es el enemigo, sino la única instancia que crea empleo productivo. Uno de los economistas de cabecera de La Sexta defendía hace poco el crecimiento sin control de déficit y de la deuda, y ofrecía como solución que el Banco Central Europeo los financiara y nos lo perdonara. El fanatismo de algunos hace que olviden la poca economía que saben.

En España, además, la reconstrucción económica sufrirá el ataque brutal e insolidario de los nacionalismos, y tendrá que ser ejecutada por unas Administraciones Públicas de competencias troceadas, instaladas en la ineficiencia y el burocratismo, en una maraña de normas absurdas y en el vuelva usted mañana que yo tengo asuntos propios. Por desgracia, el virus económico es igual de letal y preocupante que el sanitario. Y lo comprobaremos.

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