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Los cuarenta

Lo sucedido en el aeropuerto de Caracas a la llegada de Juan Guaidó, reconocido, de acuerdo con la propia Constitución bolivariana, como presidente encargado -en funciones- de Venezuela por España y otros casi 70 Estados, nos proporciona algunas claves de la situación en ese país.

La primera cuestión fundamental es el carácter irreal o de ficción jurídica de su presidencia, porque no tiene el menor control sobre el territorio, ni sobre la policía política, ni sobre las Fuerzas Armadas. Y ni siquiera es reconocido por los chavistas como jefe de la oposición, a pesar de que así lo ha calificado Pedro Sánchez para contentar a su socio, Podemos, calificativo que la nueva ministra de Exteriores se ha visto obligada a justificar con una absurda pirueta semántica.

Esa carencia de poder efectivo y de base territorial, que recuerda a los Gobiernos en el exilio, ha obligado a Guaidó a viajar en un vuelo comercial y pasar un control de aduanas y pasaportes como un viajero privado, control en donde le rompieron su documentación, como preludio de las graves y continuadas agresiones de las que fue objeto por turbas llevadas al aeropuerto por el régimen; agresiones que sufrieron también los diputados, periodistas y ciudadanos que lo esperaban.

Parece una ingenua temeridad por su parte que viaje sin escolta ni protección alguna, y que no haya entrado en Venezuela por otra vía. Si sigue así es solo cuestión de tiempo que le suceda lo que a su tío, porque el chavismo hace desaparecer, tortura y asesina a los opositores en un grado tal que recuerda a los peores tiempos de Stalin. Ya el otro día le dispararon en una manifestación.

El tío de Guaidó se desplazó desde Boston hasta Lisboa para reunirse con él y viajar juntos a Venezuela.

En el control de aduanas fue detenido y acusado de llevar puesto un chaleco antibalas y de transportar unas linternas con material explosivo. Todo un clásico para justificar su detención y actual encarcelamiento, porque para una policía política como la venezolana es más que sencillo fabricar pruebas falsas y hacerlas aparecer donde les convenga.

Es absolutamente imposible que esos supuestos explosivos hubieran superado los sucesivos controles de esos vuelos: Boston y Lisboa no son la Caracas del chavismo.

A lo sucedido en el aeropuerto de Caracas se une lo sucedido en el aeropuerto de Madrid con la entrevista entre el ministro y secretario de Organización socialista y la vicepresidenta venezolana, que tiene prohibido por la Unión Europea entrar en territorio Schengen a causa de las gravísimas y reiteradas violaciones de los derechos humanos que perpetra el chavismo.

El ministro ha mentido reiteradamente sobre ese encuentro con sucesivas mentiras que la izquierda califica de versiones. Lo cierto es que la vicepresidenta llegó desde Caracas en avión oficial rumbo a Estambul, y que en Madrid, en donde permaneció más de ocho horas en una sala de autoridades y comprando en un duty free sin pasar el control de pasaportes, cambió de avión por un vuelo comercial a Doha (Qatar), mientras su avión proseguía su vuelo a Turquía llevando las cuarenta maletas o cuarenta bultos que la acompañaban como valija diplomática a modo de equipaje.

¿Qué contenían esas maletas o bultos en un número tal que nos recuerda un cuento oriental muy apropiado?

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