san miguel de abona

Dibujos animados a la carta desde el balcón

Samuel, vecino de Guargacho, sale a su terraza a aplaudir cada tarde disfrazado del personaje infantil que le piden sus vecinos ante el delirio de los niños; tiene lista de espera hasta el día 26
Samuel Pérez junto a varios carteles que muestra desde su terraza para motivar al vecindario;. DA
 Samuel Pérez junto a varios carteles que muestra desde su terraza para motivar al vecindario;. DA
Samuel Pérez junto a varios carteles que muestra desde su terraza para motivar al vecindario;. DA

Samuel Pérez se dedicaba profesionalmente a la magia antes de crear, hace cinco años, su propia empresa de espectáculos infantiles (Anima con eventos) y el confinamiento le ha devuelto a sus raíces. Pero hoy no saca conejos de ninguna chistera ni palomas de pañuelos. Cada día, a la hora del gran aplauso que resuena en los hospitales, este vecino de Guargacho (San Miguel de Abona) de 29 años convierte su terraza en un escenario cargado de magia donde sorprende con su colección de disfraces y mensajes solidarios.

Autónomo en paro forzoso por el estado de alarma, Samuel es la gran atracción de grandes y pequeños cuando el reloj está a punto de marcar las siete de la tarde. A esa hora, como en el resto del país, los residentes en la zona próxima al Centro de Educación Especial Adeje salen a los balcones, ventanas y azoteas y empiezan a aplaudir sin quitar ojo a la terraza de su vecino más popular.

En ese momento, Samuel irrumpe en escena con el disfraz de alguno de los muñecos de su empresa de animación ante el delirio de los niños que le aplauden y vitorean como si se tratara de un rey mago. Unas veces aparece con personajes conocidos de dibujos animados y otras con creaciones propias.

Se presenta sin música, porque, explica, no quiere solapar los aplausos. “Es lo único que se debe oír porque están dirigidos a nuestros héroes, esa gente que se deja la piel y, desgraciadamente, hasta la vida en los hospitales”, señala a este periódico. De hecho, él participa con su disfraz de la ovación como uno más y cuando esta empieza a menguar, saluda casa por casa y desvela el segundo enigma por el que espera el vecindario.

Mensajes motivadores

En ese instante, saca el cartel en el que aparece escrita una palabra y los aplausos vuelven al singular patio de butacas. Fuerza, ánimo, sonríe, vamos, venceremos, ilusión, héroes, diviértete, amistad… son algunos de los términos empleados y que responden a las peticiones que le trasmiten amigos y propietarios e inquilinos de las viviendas más próximas. Ellos son los que deciden qué disfraz y qué mensaje salen a escena cada tarde.

El éxito es tal que la agenda ya está ocupada hasta el día 26 (fecha en la que vence la prórroga vigente del estado de alarma). La lista de espera de personajes y vocablos la guarda celosamente sin desvelarla a nadie. “La palabra que más me piden es fuerza y, aunque intento evitar que se repitan, a veces no tengo más remedio que volverla a escribir, porque insisten”.

Sobre cómo surgió la idea de convertirse en animador vecinal, recuerda que los primeros días “salía a aplaudir como uno más hasta que se me ocurrió vestirme con uno de los muñecos que tengo para mis espectáculos infantiles. Empecé a ver que salían caras de todos los balcones como por arte de magia mirándome, y enseguida noté un murmullo de vecinos avisándose unos a otros y la reacción increíble de los niños, que no paraban de saludarme. Me había preparado una cartulina con la palabra ánimo. Y cuando todo el mundo me miraba y se reía saqué el cartel, y para qué fue aquello, la gente empezó a aplaudir como loca. Fueron los aplausos más duraderos y más sentidos que me han dedicado. Viendo la reacción espontánea y las caras de alegría de mis vecinos, me di cuenta en ese instante de que aquello no podía terminar ahí, no podía dejarlo”. Samuel confiesa que la emoción le pudo en aquel momento y que al día siguiente “tenía unos nervios que nunca había sentido”.

Sus apariciones congregan en los balcones, ventanas y azoteas a todos los niños de la zona incluso antes de que sus padres salgan a homenajear a los sanitarios. Esperan con la mirada clavada en la terraza a ver qué personaje asoma. “Cualquier cosa de colores que saque es una locura”, afirma. Ya prepara sus próximos carteles, que esconden, como él mismo dice, una historia detrás de cada palabra. “Una persona me escribió: ‘En los días complicados siempre hay gestos bonitos y mucha solidaridad, como esta preciosa acción que estás haciendo’ y me pidió que pintara en mi cartulina Wabi-sabi, que es un término japonés que destaca la belleza de la imperfección. Ese será el próximo mensaje”.

A veces, las casualidades se cruzan entre balcones. “Un vecino me pidió un muñeco determinado para su hijo y yo le dije que saldría el 12 de abril. Su respuesta fue: ‘¡El día que cumple seis meses!’ Hablé con la mamá del bebé y la palabra que eligió fue alegría, pero detrás del cartel aparecía escrito el nombre de su pequeña, Eliezer. Imagínate la emoción cuando lo vieron”.

La terraza cuelga a dos sitios distintos, así que Samuel se ve obligado a hacer dos funciones. “Los vecinos ya saben que por un lado salgo a las siete y por el otro a las siete y diez. Una madre que sale con dos niñas pequeñas me graba todos los días para que lo vean las primas de sus hijas que están en Santa Cruz. Y pasa lo mismo con otras familias, que lo empiezan a compartir en las redes sociales. La verdad es que los niños nos están dando una lección, aprendemos mucho de ellos, tienen más ánimo que nosotros”.

Samuel se considera “un artista de los de verdad, de los que empezamos con la dificultad de saber cómo hay que presentarse en un escenario”. En sus primeros pasos, a falta de Internet, recurría a libros sobre los inicios del mundo del circo para aprender y formarse. “Yo digo que soy artista, porque aún no lo he aprendido todo, los que nos dedicamos a esto sabemos que nunca terminas de saberlo todo”, sostiene.

Como en un circo

Transmite pasión en cada uno de sus comentarios, la misma que le pone a sus apariciones en el balcón en el que diariamente actúa como si lo hiciera bajo la carpa de un circo atestado de público. El confinamiento ha redescubierto a un nuevo ilusionista capaz de sacar de la chistera de la cuarentena una ración de alegría que reparte entre sus vecinos y que hace felices a los más pequeños. “Te diría que es lo más bonito que he hecho en toda mi vida”, reconoce. No es para menos. El destino le acaba de devolver la oportunidad de hacer magia todos los días cuando más lo necesitamos.

En acción con uno de sus disfraces. DA
En acción con uno de sus disfraces. DA

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