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¿Cuántas tejitas más?

¿Cuántos espacios naturales como Montaña Roja podemos sacrificar en nombre del desarrollismo que solo ha servido durante décadas para desarrollar algunos bolsillos?

¿Cuántas Tejitas más nos podemos permitir perder en Tenerife? ¿Cuántos espacios naturales como Montaña Roja podemos sacrificar en nombre del desarrollismo que solo ha servido durante décadas para desarrollar algunos bolsillos? Es la pregunta que, atónitos, nos hacemos los ciudadanos al ver que han tenido que encaramarse dos activistas a una grúa para que se preste atención a una obra de grave perjuicio ecológico en una zona de especial riqueza.

La cuestión de deslindes y zonas de servidumbre es puramente técnica, y habrá de ajustarse no solo a la letra, sino también al espíritu de la legislación proteccionista del medio ambiente natural que tenemos en nuestro país. Pero este caso vale para una reflexión más amplia y honda. Otro hotel de lujo en una Isla saturada de alojamientos turísticos. Otros cientos de habitaciones para otros miles de personas que vienen a rebasar una capacidad de carga ya a punto del desborde. ¿Es esto lo que necesitamos? ¿Es esto lo que queremos?

El turismo lleva décadas siendo nuestra primera industria. Genera economía y trabajo, aunque curiosamente las cifras récord nunca sean suficientes para absorber tanto desempleo y el perfil del visitante cada vez sea menos gastador. Pero seguimos aferrados al turismo con el ahínco del náufrago en la tabla de madera, mera supervivencia en un mar, la economía global, en el que no podemos navegar.

Se consiente, y desde muchas instancias se alienta, una depredación del territorio que acabaremos pagando los tinerfeños. Quiero insistir en que ya antes de la pandemia la Isla daba señales de agotamiento; cambiar el rumbo es imprescindible si queremos un futuro sostenible en el que podamos aprovechar tanto nuestros recursos naturales como el talento de nuestra gente y nuestro capital humano.

Tenerife no puede ser un parque temático, y si continuamos por esta senda, convertiremos la Isla en un destino yermo de singularidades y atractivos paisajísticos. En la comarca norte sabemos bien que defender y conservar aquello que nos hace únicos abre caminos a alternativas de ocio y turísticas diferenciadas, desde el turismo activo en la naturaleza hasta el cultural o el gastronómico y enológico.

Integrar el turismo en nuestra economía no significa renunciar a nuestra identidad; antes bien, debería suponer un refuerzo de todos los rasgos y cualidades que nos dotan de carácter. Y entre ellos sobresale un exquisito respeto por el medio natural, protegido por herramientas normativas y por la determinación de las Administraciones competentes de preservar la biodiversidad con la que hemos sido agraciados, como se hace, no está de más recordarlo, en otras islas del Archipiélago.

El hotel de La Tejita representa un fracaso palmario de todas las Administraciones a la hora de afrontar que un cambio de modelo económico y productivo no es una extravagancia de cuatro soñadores, sino una necesidad acuciante para Tenerife. Hoy es La Tejita, mañana es cualquier otro paraje natural, en cualquier otro punto de la Isla, el que se vea ‘adornado’ con una mole de cemento que nos recuerde que no pudimos, o no quisimos, tener imaginación para pensar un futuro mejor.

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