diario del aislamiento

Día 92

Anoche, en una cena, sugerí que pocos podrían decir en qué fase estamos. Acerté, la mayoría ha dejado de seguirle la pista (poner asunto) a las fases. Noventa y dos días después estamos bastante desfasados (bastante, vocablo bastante canario tirando a indeterminado; de hecho, a los encuestadores los volvemos bastante locos cuando respondemos por ahí). El 92 no es un número cualquiera para los españoles (aquel año desembarcamos en la modernidad; o eso creímos). Después pasó lo que pasó, una sucesión de logros incontestables aderezados con síntomas de deterioro; siempre he pensado que el álbum de fotos de Iñaki Urdangarín (de la gloria olímpica a las visitas al juzgado) resume bien aquellos años. Vuelvo a 2020 o me pierdo rescatando episodios aquella década. Creo que fue a Norberto Bobbio a quien leí que sufre más de lo necesario quien sufre antes de lo necesario -y si no fue él, qué importa; lo sustancial es la idea, no el autor-. Me viene esa receta a la cabeza porque en la calle asoman comportamientos (desafiantes con la pandemia) que siembran posibles sustos -repuntes, qué decir en otoño-. He decidido no sufrir antes de lo necesario (día a día, le he dicho al virus). Intercambio de mensajes. Una amiga (peninsular) me cuenta que ha fichado como mánager de una estrella -me alegró un montón, qué bueno; pero me pide que no lo cuente, así que lo dejo aquí-. Café, con un plátano (cuando acabe de escribir iré a correr, y al mar; supongo que se me notan las prisas). La Organización Mundial de Turismo realizará un vuelo de validación a Canarias el 8 de julio -una delegación viajará por las Islas para confirmar que somos un destino seguro-. Bien (no bastante bien, sino bien). La consejera (Yaiza Castilla) acierta con los ritmos -los baleares arriesgan porque para ellos 2020 acaba en septiembre, pero nosotros estamos jugándonos invierno, otoño y primavera; así que, pasito a pasito, suave, suavecito-. Me acabé el café. Escribí días atrás que he incluido el vuelo silencioso de los mosquitos (ya no hacen ruido, de poco a esta parte) en mi catálogo de teorías escasamente científicas. La cosa es que aquel mosquito -tiene sus fuentes, buenas- me ha soplado que Valbuena podría quedarse en Educación, con lo que dejaría su consejería de procedencia (podría ser, o no; las remodelaciones de Gobierno son melones que al abrirse cobran vida propia). Acabo. Tengo muchísimas anotaciones pendientes de comentar en este diario, y pocos días para incluirlas -tendré que espabilar-. Mejor salgo ya, antes de que se meta el calor (hace bastante).

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