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La novela nacional

Resulta que cuando Pablo Iglesias se refería a las cloacas del Estado era a él mismo

Resulta que cuando Pablo Iglesias se refería a las cloacas del Estado era a él mismo; resulta que un fiscal parece que filtra noticias del sumario a la abogada de la amiga de Pablete, por amor; y resulta que había un móvil con fotos eróticas de la amiga de Pablete, que tiene un nombre muy raro, celular que se perdió en unos grandes almacenes, pero que antes había custodiado el propio Pablete; y que, al final, lo encuentra el ex comisario Villarejo. Todo esto pasa en España. Y en medio del esperpento, ya lo ven, Villarejo, carpeta y gorra, azorrado el hombre, que puede quedar inmaculado si se demuestran las revelaciones subrepticias del fiscal. Esto no lo mejora ni Agatha Christie. Es España, es la España del siglo XXI que quieren los podemitas y los sociatas renovadores y que yo hace tiempo que detesto. Va a ser complicado a los personajes del esperpento librarse de él, por mucho que controlen los poderes y las cloacas. Es la consecuencia de la jodienda, que no tiene enmienda, y si no que se lo pregunten al emérito, que no logra desembarazarse de la influencia del corinavirus. Ay mi madre, la que nos espera. Los periódicos, a lo suyo: a publicar noticias contradictorias, que uno no sabe con cuál quedarse. Ahora resulta que el virus residía en Barcelona hace un año, que ya tenía nacionalidad española, que no era nada nuevo. Cada “experto” emite una opinión diaria, pero a veces no se acuerda de la versión del día anterior y entonces larga todo lo contrario. Lo único inmutable es Villarejo, que es el dueño de todos los secretos, los de los banqueros, los políticos y los jueces. Ya me lo había advertido el pobre Pepe Oneto: “Ojo con este tío, que es un pozo de sabiduría. Es al único que teme Garzón”. Tenía razón. No lo tumba ni el corinavirus.

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