tribuna

Una crónica que sale sola

Nunca empieces un artículo diciendo: “Hoy no se me ocurre nada sobre lo que escribir”; si eso te sucede, de verdad mejor no sigas adelante. No pasa nada. Lo peor es confesar lo que nunca vas a hacer para emprenderlo a continuación, que es lo que estoy intentando en este momento. La conclusión es que cualquier causa es buena, incluso la negatividad, para sentarse frente al ordenador y emborronar esa pantalla en blanco que más se parece a una región de Siberia. En el fondo es como meterse los dedos en la boca para arrojar lo que te envenena el estómago y no es capaz de salir por su cuenta. ¿Ves cómo es fácil? Ya estamos en marcha. Cada día hay un motivo para tomar bicarbonato, y sobran asuntos donde elegir para detenerse a contemplar lo que ocurre a nuestro alrededor. Por ejemplo, el anuncio de haber cerrado un acuerdo para una nueva prórroga del estado de alarma tiene el atractivo de lo diverso. Se puede pactar igual con Juana que con su hermana. Hoy me abstengo, mañana no, hoy asiento y al día siguiente disiento. Parece que esa asimetría inestable ha conseguido imponerse porque las posibilidades aritméticas lo permiten. El Gobierno se asemeja a una de esas damas que acude al baile con el carné vacío y lo va llenando con los candidatos que se le presentan oportunamente. Lo que no se sabe es lo que hará cuando la orquesta deje de tocar. Es una forma de triunfar en la velada: cumplir con todos y no quedarse con ninguno. Un asunto de coquetería momentánea, donde nadie ignora que, dando las doce, la carroza volverá a ser una calabaza, los ratones saldrán corriendo y vuelta a empezar. Mañana será otro día, aparecerá otro problema que ya veremos cómo resolver. Por el momento hemos salvado este escollo. El siguiente ya lo pensaremos cuando se presente, como haría Escarlata O’Hara. Esta sensación de cronificación es la que venimos padeciendo en los últimos años. No es culpa de nadie. Las urnas se comportan así, y hay que darles salida de la mejor forma posible, pero mientras tanto nos invade una sensación de fracaso general que en algunos se presenta como un triunfo ácido y poco fiable. Igual que en Lo que el viento se llevó, lo dejaremos para mañana mientras hoy nos vaya bien con el parche que hemos aplicado. La realidad se impone y nada podemos hacer. Cierra Nissan y los aluminios de Alcoa. Ya inventaremos algo, sin darnos cuenta de que se van justamente por eso. Dice El Economista que Nadia Calviño va a imponer la no subida de impuestos y que no tocará la Reforma Laboral, que esto es lo que conviene a España en la actual situación. Puede ser que los que se sienten en la Mesa de Reconstrucción estén de acuerdo con la necesidad de estas medidas, lo importante es saber si conseguirá la unanimidad del Consejo de Ministros. No importa. El carné de baile aún no está completo y quedan varios novios arrimados a las paredes esperando tener su oportunidad. En Canarias, por ejemplo, hay dos nacionalismos que se alternan porque parece que se han puesto de acuerdo para exhibir sus diferencias: hoy sí, mañana no, cuando realmente son algo muy parecido que solo separa la geografía. Así llevan años, intentando construir ese equilibrio imposible sobre dos patas. Los fotógrafos saben que solo se puede conseguir con tres. Constitucionalistas e independentistas juegan también al escondite para aparentar una estabilidad que se cae a pedazos. Mientras tanto, seguimos aplazando y prorrogando un estado comatoso sin que nadie se atreva a coger el teléfono y llamar a la familia, que somos el resto de los españoles, para pedirnos la autorización y desconectar al enfermo. Eso es lo que hay. Siempre se puede hacer una crónica, aunque en el encabezado se confiese que no existen temas a los que dedicársela.

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