tribuna

Calviño

Parece que toda España se alegra de que por fin Nadia Calviño haya sido propuesta para presidir el Eurogrupo. ¿Esto quiere decir que su persona concita la confianza de la mayoría? Parece ser que sí. Entonces puede ser que hayamos encontrado ese eje central en torno al que se estabilizan todas las geometrías variables posibles. Doña Nadia ejercerá como celadora suprema de la política económica española en cuanto a su adecuación y vigilancia desde la perspectiva europea. Esto significa que en torno a su figura se aunarán todas las voluntades para ese gran acuerdo de Reconstrucción. Podemos y PSOE aparcarán su proyecto de aumento impositivo esperando a tiempos mejores que no vendrán nunca. Si un presupuesto funciona sin estas pretensiones y se convierte en un instrumento práctico para salir de la crisis, sospecho que esa filosofía servirá para toda la legislatura y no quedará más remedio que continuar en la misma senda y aparcar las reivindicaciones ideológicas para una mejor ocasión que nunca volverá a estar sobre la mesa. Toda esa escenificación paradisiaca que incluía la firma de compromisos solemnes e inamovibles se quedará en nada, y la variabilidad relativa para conseguirlo se convertirá en la estabilidad necesaria que otorga el apoyo de las mayorías.
Yo creo que la extrema izquierda saldrá dañada de esta operación, porque es la que más sacrifica su programa de máximos, aquel que ha estado defendiendo desde que no era casta, y que ha seguido con él cuando se ha convertido en actor directo y responsable de la política. Ha dejado de torear de salón y se ha enfrentado por fin al toro de la realidad. Es encomiable que Podemos pase a jugar ese doble papel de garante de la paz social y de la racionalidad económica, a pesar de que sufra un importante desgaste frente a su electorado más radical.
Estamos ante un Gobierno que por fin logra tener más apoyos fuera que dentro. Es decir, se va a producir que “el bacán que te acamala”, como dice Gardel, sea el que mantenga y pague el bulín en el que se acuestan los amantes. Es extraño, pero es así. En la vida real también ocurre. Para que no se destruyan los intereses de la gran familia, se consiente que una pareja incompatible y mal avenida continúe con su relación, a la vista de todos adúltera. Él insulta continuamente al padre de ella para que lo investiguen, y arremete contra los principios domésticos en los que ella dice creer por encima de todo. Ella no se corta, y asegura que su padre ha sido el mejor padre que ha existido y lo defiende a capa y espada, a pesar de que le recuerden que tiene sus manos manchadas de cal viva. Esto se pasa, y en la intimidad se confiesan mutuamente que es lo que tienen que decir para que les permitan seguir durmiendo juntos. Ya se han acostumbrado a hacerlo y a soportar los ronquidos del otro. Claro está que mientras a los pies de la cama anden vigilantes los miembros de la gran familia, que es la que paga el alquiler y los gastos generales de la casa, no pasará nada, y se convertirán en un matrimonio de conveniencia que, según dicen, son los más que duran.
Calviño estará por arriba, al tanto de todas las decisiones y evitando que nadie se pase en sus ambiciones tentadoras, a las que no han renunciado del todo. Esta noche me iré tranquilo a la cama porque tengo la esperanza de estar gobernado por una mayoría amplia, que carece de poder ejecutivo, pero que en la realidad ejerce de perro guardián -como el que los bilbaínos tienen frente al Guggenheim- que me garantiza un sueño sin dormidina. El auténtico Gobierno se llamará Europa y Pacto de Reconstrucción. Qué Dios lo quiera.

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