Circula la noticia en la red, de autor no conocido. Un joven influencer llamado Benjamín, aunque él insiste en ser conocido como Bényamin, se presentó en un garito de La Victoria para comer de baracalofi. Sintió hambre de repente y entró en un conocido guachinche de la zona, pensando en un condumio a la gorra. Consumió con gran apetito todo el menú: potaje de berros, costillas con papas, queso frito y tarta de la abuela. A la hora de pedir la cuenta, el joven fue a explicarle al dueño del local, un mago del lugar, que los influencers no pagan porque se dedican a hablar bien de los lugares que frecuentan y que él pondría al guachinche por las nubes. El mago frunció el ceño, y dijo, en voz alta y clara, que él no sabía lo que era un “fluncher”, palabro que los filólogos deberán incluir en el diccionario de canarismos a partir de ahora. Ante la insistencia de Bényamin de no rascarse el bolsillo, el propietario del guachinche, don Eufrasio, sacó de detrás del mostrador una guataca ligera con la que persiguió por el local a Bényamin, al grito de: “¡Usted será “fluncher”, pero aquí el que come, paga!”. Logró propinarle un par de golpes al influencer, que fue evacuado en ambulancia, por si acaso, y reconocido de lesiones leves en La Candelaria. Bényamin fue visitado en el hospital por su madre, que le advirtió lo de siempre: “Mijo, dedícate a un trabajo más acorde con el ambiente en el que vives, que esto está lleno de magos”. Bényamin, que ha vuelto a llamarse Benjamín y ha cerrado sus cuentas en las redes, se ha recuperado de los golpes de guataca y ha jurado no ir más nunca a los guachinches de La Victoria, donde se encuentra gente tan malhumorada con los fiados. Además, ha cerrado también sus recomendaciones en Trip Advisor. Uno menos.
El jovencito Bényamin
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