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Hay monarquías y monarquías

Mientras la robusta monarquía británica ha sido capaz de resistir los embates de los tabloides de papel, la española sucumbirá, más temprano que tarde, merced a los “tabloides” de Internet. Las andanzas del emérito, ahora contadas sin pudor y alentadas desde la izquierda más republicana, acabarán por minar a una institución que fue clave para la bendita Transición, pero que ya no es capaz de arbitrar nada. Se trata de una monarquía un tanto huidiza, a diferencia de la británica. El rey de Inglaterra que más huyó fue por amor –Eduardo, por Wallis Simpson-; a los demás que no gustaban los encerraban en los castillos de la isla, cuando era menester. En España, Alfonso XIII se mandó a mudar antes de que la República le cortara la cabeza; y todo por no salir a caballo por Madrid al frente de sus alabarderos cuando se proclamó la República. Habría pasado a la historia por esto y no porque le gustara la pornografía. Los Borbones, supongo que con alguna excepción, son gente de bragueta de apertura fácil, como una de esas modernas bolsas de avellanas. Y nos están metiendo en un lío, una vez que se haya levantado la veda contra ellos en España y en el extranjero. Quienes crean que la izquierdona va a cejar en su empeño están equivocados, porque la operación República se alienta desde altas instancias del Gobierno de Sánchez, aunque se disimule. Porque también los gobiernos tienen miedo. Los fracasos de Sánchez en Europa nos hacen recordar que el continente dispone de monarquías discretas, que son un ejemplo y que no se meten en política y por eso se les respeta. Y están instaladas en los países más ricos y estables (Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda y algunos más). Pequeños, ricos y honorables. ¿Qué fue de aquel rey al que todo el mundo quería? Lo perdió la bragueta; o quizá fue el amor. Ay.

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