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La nueva normalidad marxista

Una alcaldesa -saliente- ha propuesto dedicar una calle o una plaza de su municipio a una fiscal, se supone que por cumplir con su obligación de fiscal. Cuando leí los titulares de la noticia, creí que se trataba de un asunto marxista. Es decir, que, en una vieja maleta polvorienta olvidada en cualquier sitio, alguien había encontrado un montaje alternativo de Sopa de ganso; y que en ese montaje alternativo se incluía la escena inédita de la singular propuesta. Claro que no se entendía el protagonismo de la alcaldesa, y supuse que se trataba de un malentendido: el autor de la ocurrencia no podía ser otro que Groucho, y posiblemente la escena estaba a continuación de aquella otra en la que, como presidente de Libertonia, le ofrece un ministerio a un jardinero, no muy convencido e interesado, sobretodo, en lo que le van a pagar. Muchos años después, frente al pacto con Podemos, el presidente Pedro Sánchez había de recordar aquella tarde remota en que Iván Redondo le aconsejó formar Gobierno con la misma frivolidad, porque lo importante era asegurar su liderazgo.
Más tarde, me aclararon que la propuesta era de la alcaldesa saliente y que pertenecía al mundo real. Y añadieron que se había presentado una moción de censura en su contra. A la vista de la propuesta, la moción me pareció plenamente justificada, y lo sorprendente era que no estaba fundamentada en ella. Misterios de la política. Planteadas así las cosas, creo que la moción debería cambiar de nombre. En realidad, sería un respirador de oxígeno democrático que puede curar a la alcaldesa saliente de su grave confusión sobre asuntos de la máxima importancia, tales como el Estado de Derecho, la separación de poderes y la –teórica- independencia del Poder Judicial; y los criterios y los méritos que deben avalar la dedicatoria de una calle o una plaza a una persona. Un asunto en el que la política ha de quedar excluida absolutamente, en particular cuando la persona que se propone no ha fallecido.
A la hora de poner nombres a calles y plazas, en este país no se respetan los criterios anteriores, como la Ley de Memoria Histórica ha venido a confirmar. Aprovechando la denominación de las vías publicas, aquí se ventilan supuestos agravios y venganzas históricas, mientras se ignoran los méritos relevantes de protagonistas de la ciencia o la cultura, o se le asignan lugares inadecuados por su ínfima ubicación. Eso sí, todo con criterios de corto plazo, porque si nos remontamos a siglos anteriores, se hace patente, una vez mas, la infinita ignorancia de nuestros políticos.
El título español de la película juega con el sentido humorístico de los términos “ganso” y “hacer el ganso”. La expresión inglesa es “sopa de pato”, que se refiere a que algo es muy fácil de hacer. “Eso es pan comido” o “eso está hecho”, decimos en español. Por desgracia, en este país no es una sopa de pato conseguir que nuestros políticos aprendan las reglas básicas de la democracia, y hasta del sentido común; que aprendan que obtener unos votos no da derecho a todo; que es fundamental respetar a la ciudadanía; que, más allá de la ley, existen unos límites que no es ni ético ni estético traspasar. E, incluso, que es inmoral.

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