tribuna

Lo del Eurogrupo

A Europa no le gustan los populismos. Además, creo que son incompatibles con la esencia de sus principios fundadores

Me cuesta mucho trabajo entender la política europea según se ve desde España. Si va bien, para nosotros ha triunfado el europeísmo, si nos va mal, ha sido un duro golpe para la consolidación de la Unión. De nada nos sirve debatir sobre la idoneidad del procedimiento para la elección de la presidencia temporal del Eurogrupo, son las reglas que hay, y son iguales para todos. ¿Es que pensábamos que la influencia del tridente que representa a las más fuertes economías era suficiente para ganar una batalla que sabíamos más complicada? La elección del ministro irlandés Paschal Donohoé no ha sido una solución tan mala para resolver los conflictos tradicionales entre el Norte y el Sur, entre lo que desde aquí entendemos como frugales y derrochones, porque se ha elegido al representante de un país intermedio, no geográficamente, sino como un sufridor de un reciente problema de intervención económica en la pasada crisis, y además implicado directamente en la difícil frontera del brexit.
Todos creíamos, o así nos lo hacían creer, que yendo del brazo del primo de Zumosol nadie se atrevería a chistarnos, pero lo cierto es que anunciar que la presidencia de Calviño significaría un mejor reparto era una demostración de que se sospechara una tendencia de barrer para casa en el resto de los países miembros. Quizá no ha sido tan malo que haya salido elegido Donohoé. Desde la prensa oficial ya se estaba vendiendo la piel del oso desde varias semanas atrás, en ese afán de propaganda especializado en el adelanto de los éxitos para luego culpar a otros del fracaso. Me recuerda a esos comentaristas de boxeo que ven ganador a uno de los púgiles desde el primer asalto y luego arremeten contra el árbitro si el resultado no sale como estaba previsto. Le robaron el combate, dicen entonces. No voy a entrar en las garantías de estabilidad que ofrece la actual coalición de Gobierno a los ojos de un foráneo, pero no creo que sea muy diferente de la que se presenta ante los nuestros.
Las cartas de recomendación no eran las mejores, sobre todo después de que los de Bildu dieran a conocer el pacto por el que se comprometían con PSOE y Podemos a derogar completa la Reforma Laboral lo antes posible, como si fuera la mayor urgencia que tenía nuestro país ante un problema de ardua recuperación económica. Después de la debacle, es decir, a toro pasado, el presidente ha decidido iniciar una campaña diplomática para tratar de convencer al primer ministro holandés, como si fuera el único responsable del desaguisado. Ha dicho que va a iniciar una política reformista. ¿En qué sentido? ¿Acaso va a remodelar el Gobierno? No lo creo. ¿Entonces, qué reformas va a emprender para convencer a una Europa ante la que se ha estrellado? Todos los gestos de buena voluntad serán bien recibidos. Ayer me hacía la pregunta de quién se frotaría las manos si Calviño fracasaba. Hoy me encuentro frente al hecho y aún no he escuchado las reacciones de los diferentes agentes políticos. Estoy casi seguro de que el vicepresidente segundo se hubiera sentido más maniatado para exigir el cumplimiento de su programa, si el mandato de su compañera de coalición hubiera estado reforzado por el control de parte de la política económica de la Unión. No lo dirá, porque, a pesar de manifestarse como un deslenguado en lo referente a la libertad informativa, ha aprendido un poco de diplomacia, con lo cual, en ciertos aspectos, se le conoce más por lo que calla que por lo que dice.
A Europa no le gustan los populismos. Además, creo que son incompatibles con la esencia de sus principios fundadores. Nuestro presidente anunció un día antes de la confrontación por el cargo europeo que jamás haría un pacto a la alemana. Y lo dijo desde Italia, arropado por un país del Sur con el que comparte el mismo disparate. No generaban confianza esas palabras, a pesar de contar, como decía que contaba, con el apoyo de Merkel y Macron. Yo creo que tontos no son los encargados de la diplomacia y de las negociaciones con la UE. Seguro que habían echado cuentas y comprobaron que no salían. Por eso se vendía a bombo y platillo el amparo de los grandes, a sabiendas de que eso no era suficiente. Ahora tiene la oportunidad el Gobierno de hacer un cambio de cromos con la situación judicial que tienen pendiente el rey emérito y el vicepresidente. Se habla de que a uno le van a preparar la maleta, pero no para ir a ver a Acidalia, como cantan en La Palma, sino para buscarle un retiro digno y seguro, como a su abuelo, pero sin tocar las bases de la institución monárquica. Con el otro no sé lo que van a hacer.
De momento, parece que no moverán un dedo para evitar que los tribunales hagan su trabajo y provocar que esas cloacas, que tanto denuncia, lo engullan en el fragor de la batalla. Muchas cosas dependerán del resultado de las elecciones vascas y gallegas.

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