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Si te investigan por una supuesta ‘Caja B’, intenta ser prudente

Podemos, que antes despachaba displicente a quienes le acusaban de financiarse en Venezuela, reacciona con beligerancia ante la imputación de varios de sus miembros
El líder de Podemos, Pablo Iglesias
El líder de Podemos, Pablo Iglesias
El líder de Podemos, Pablo Iglesias

En 2015, durante la fiesta de verano que celebra cada año el periódico digital ‘El HuffPost’, un acontecimiento social con cierta concurrencia del mundillo político y periodístico de Madrid, aparecieron por allí el entonces secretario de Acción Política de Podemos, Íñigo Errejón, acompañado de un grupo de amigos y colaboradores, y la concejala de Ahora Madrid, Rita Maestre. De repente, toda la atención se centró en ellos, entre cuchicheos y ganas de sacarse una foto con las nuevas celebridades de la llamada “nueva política”. Mientras, otros líderes relevantes de la izquierda, como el exministro Rubalcaba, fallecido en 2019, o Eduardo Madina, entonces diputado socialista en el Congreso, quedaron absolutamente ensombrecidos, como si fueran simples testigos de otra época.

Solo un año antes, yo había estado en Ecuador trabajando, porque aquí, todavía con las secuelas de la crisis que empezó en 2008, no había donde caerse muerto. Sentados en el suelo de mi casa y en un pequeño sillón de segunda mano bastante feo que le habíamos comprado a un compañero del trabajo, varios españoles que habíamos emigrado y currábamos en Loja, una bonita ciudad andina que a veces me recordaba a La Laguna, celebramos viendo La Sexta los cinco escaños que Podemos sacó al Parlamento Europeo, para sorpresa de sociólogos varios.

Ninguno de nosotros los había votado, porque el sistema de elección a distancia era una lata, pero todos sentimos que el malestar que se había expresado en las plazas españolas durante el 15M llegaba de alguna manera a las instituciones. Mientras la crisis apenas había rozado a las élites del país, nosotros vivíamos emigrados y amplios sectores de la población estaban en el chasis, con una políticas de recortes que se iniciaron -con más mesura- durante el último Gobierno de Zapatero y que el PP culminó con voracidad tras la victoria de Rajoy en 2011. Si la derecha asumía disciplinadamente las exigencias de Bruselas, la socialdemocracia había dejado de ser un dique de contención contra el capitalismo salvaje, había renunciado a su papel protector de las clases medias y trabajadoras. Un año después, en aquella fiesta de ‘El HuffPost’, me pareció como si Podemos hubiera acaparado todo el ‘encanto’ político e intelectual que el PSOE había tenido en otra época.

Con la seguridad que da saberse protagonistas, era llamativa la tranquilidad con la que los líderes podemitas animaban a sus oponentes a que probaran en los tribunales que el partido se había financiado con fondos de Venezuela mientras seguían subiendo en las encuestas.
Varios años después, Podemos está en el Gobierno, a pesar de varias escisiones y de su debilitamiento electoral en muchos territorios. Sin embargo, su lenguaje se ha avinagrado, después de sus traspiés, como el chalé de Iglesias o la marcha de Errejón, y de las operaciones políticas, policiales y judiciales contra ellos, como el Caso Alba o parte del Caso Villarejo. Pero ese lenguaje enfurruñado y a la contra, escaso de autocrítica, también es síntoma de sus limitaciones.

Como parte del Gobierno, flaco favor le hace ahora Podemos enzarzándose contra el juez que los investiga por una supuesta Caja B, por la que están imputados algunos cargos del partido y el conjunto de la organización como persona jurídica. Según Podemos, porque el procedimiento no se sostiene en ninguna prueba. Pero lo que podría haber sido entonces un ‘Nosotros confiamos en la justicia, que demostrará que no hay nada’ va a ser usado por la derecha política para sostener que la izquierda, llena de doble moral, ataca a la independencia judicial cuando no le beneficia.

El Caso Alba ya demostró que prevaricar no tiene por qué salirle gratis a un juez. La justicia española tiene intereses y fallas, pero también ha llevado a la cárcel a Rato, Díaz Ferrán o Urdangarín.

En estos años Podemos ha jugado un papel muy relevante en la política española, por mucho que le duela a quienes los detestan con el mismo sectarismo que ellos le achacan a Pablo Iglesias. Probablemente, sin Podemos no tendríamos el Salario Mínimo Interprofesional de 950 euros ni el Ingreso Mínimo Vital habría llegado tan rápido. Un exceso de beligerancia en este caso de supuesta Caja B solo desacredita su posición política. Si no han hecho nada, ¿por qué no afrontan este procedimiento con la misma calma que tenían cuando los acusaban de financiarse en Venezuela?

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