el charco hondo

Hana

Ayer, yendo en moto al salir de COPE, vi cómo una octogenaria resbaló, o puede que las piernas le fallaran, quizá una bajada de tensión, o vértigo, ella y su carrito de la compra quedaron tirados sobre el asfalto, ella inicialmente vencida, con esa carga de humillación que conllevan las caídas, y de miedo, cuando se tiene según qué edad. Quienes pasábamos por allí fuimos a por ella, tranquilizándola, diciéndole que no tuviera prisa, sacudiéndole el susto, haciéndole ver que no la dejaríamos sola. El percance tuvo un final razonablemente feliz. Con una entereza luminosa, retomó su camino -valiente, digna-. Fue, como digo, Hana, un percance, un accidente, un suceso inesperado. Así son los percances, Hana, contratiempos que surgen de la nada, acontecimientos imprevistos. El campamento de Arguineguín, donde han tenido a más de 300 personas en condiciones vergonzantes, no es un percance ni único ni pequeño, Hana, simboliza la gestión tardía, apática e irresponsable de una crisis migratoria que, escuchándote, acontece en una realidad ajena a la tuya, a la que describes. Será, Hana, que la secretaria de Estado de Migraciones -Hana Jalloul, luego tú- habita en un universo paralelo que poco o absolutamente nada se parece al de Canarias, como así lo confirma que afirmes públicamente que los ministerios de Defensa, Interior o Exteriores han reaccionado rápido. Los repuntes migratorios no son un percance, Hana, es un asunto de Estado al que el Estado no puso asunto en verano. Los repuntes migratorios de septiembre no son un suceso inesperado, están en el calendario, de ahí que no tenga un pase tanta improvisación -o, peor, dejadez-. En junio (o julio, lo más tardar) se debió implicar a la Unión Europea, retomar el seguimiento en origen, incrementar recursos para controlarlos o socorrerlos durante la travesía, debieron acondicionarse espacios para alojarlos, en definitiva, Hana, tu trabajo allá por junio (o julio, lo más tardar) era gestionar una tarea que -sabíamos- septiembre nos marcaría a pie de playa. Poco o nada podemos esperar, Hana, de quien vive en una realidad imaginaria, en tu universo paralelo de percances tan únicos como pequeños -¿cómo recibir soluciones de alguien con una lectura tan complaciente de la realidad?-. Ayer, Hana, una octogenaria quedó tendida sobre el asfalto, un percance que, a diferencia de los repuntes migratorios de septiembre, fue algo inesperado, imprevisto, porque si hubiéramos sabido que iba a caerse lo habríamos evitado, esa habría sido nuestra obligación.

TE PUEDE INTERESAR