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Santiago Díaz-Bravo: “España hizo un mal negocio: formó a los más preparados, que hoy tributan y aportan su conocimiento fuera”

El escritor tinerfeño acaba de publicar la novela 'El hombre que fue Viernes'
El escritor tinerfeño Santiago Díaz-Bravo. / DA

A Santiago Díaz-Bravo (La Orotava, 1968) no deja de llamarle la atención que un aspecto tan determinante, a su juicio, en la historia reciente de España se soslaye con frecuencia y en el debate público no posea la trascendencia que merece: los miles de jóvenes con una alta cualificación que se vieron y aún hoy se ven obligados a abandonar el país por la falta de oportunidades. El escritor y periodista tinerfeño acaba de publicar su segunda novela, El hombre que fue Viernes (editorial Pie de Página). Una sátira política muy salvaje, pero también una exploración literaria acerca de hasta dónde podrían llegar ese resentimiento y esa decepción que sienten muchos expatriados a poco que se dieran las circunstancias apropiadas. Santiago Díaz-Bravo reside desde 2012 en Londres y este elemento biográfico, además de su formación periodística, le han servido para ir construyendo un relato lleno de humor donde quienes manejan el poder -el evidente y también el que no se deja apreciar tan fácilmente- son situados en la diana. O al menos eso es lo que creen los románticos arqueros de su fábula: Los Ahorcados, un conjunto de españoles en la capital británica que regulamente coinciden en un pub para compartir su desasosiego y su ambivalente relación con el país en el que nacieron. DIARIO DE AVISOS ha mantenido esta charla con el escritor orotavense.

-Un grupo de jóvenes españoles a los que la crisis de 2008 obligó a abandonar el país y buscarse la vida fuera. No se puede negar que El hombre que fue Viernes puede encontrar muchos lectores que se van a sentir identificados…

“Se trata de una generación entera que ha tenido que irse a otros países. Yo me mudé a Londres en 2012 y era increíble la cantidad de jóvenes españoles que veías por la calle o trabajando en cualquier sitio. Es una generación que llamo perdida porque considero que es la mejor preparada profesionalmente de la historia y, sin embargo, España la ha perdido”.

-Si hablamos de una generación perdida, también decimos irrecuperable. ¿Han cambiado algo las cosas en estos pocos años como para albergar cierto optimismo acerca del futuro de quienes hoy están formándose en las escuelas, los institutos, las universidades?

“Tendrían que haber cambiado mucho. Cuando llegué a Londres podría haber sido el padre de la mayoría de los españoles con los que me encontraba. Estaban más o menos en las mismas edades que los personajes de mi novela: entre los veintipocos y los treintaipocos años. Ahora cuando voy por la calle no solo veo a jóvenes de esa edad, sino también de treinta y pico, de cuarenta y pico, parejas con niños que han decidido irse a vivir fuera… España ha hecho el peor negocio posible. ¿Por qué? Entre todos financiamos la formación de quienes nacieron en democracia. Gastamos mucho dinero para formar a unos magníficos ingenieros, médicos, biólogos, juristas, economistas… El siguiente paso hubiera sido que esa generación devolviese el favor a la sociedad. Por medio de sus impuestos y sus gastos, y también a través de su conocimiento especializado. Pero esa generación paga ahora sus impuestos y gasta su dinero en Alemania, en Reino Unido, en Francia, en Estados Unidos… y aporta su conocimiento a esos países, que han hecho un negocio perfecto. España les ha regalado toda una generación. Es evidente que hemos avanzado muchísimo tras la dictadura, pero creo que el gran error ha sido el mercado laboral”.

“Un conocido mío dice que algunos de los momentos más hilarantes de su vida han tenido lugar en velatorios. En ‘El hombre que fue Viernes’ ocurren cosas brutales, acompañadas de un cierto humor. Pero es que esa es la realidad”

-El título de su novela nos remite a Chesterton y su El hombre que fue Jueves. En ella el escritor británico habla de anarquismo y de manipulación. ¿De qué manera ha concebido esta suerte de homenaje literario?

“Llegué a El hombre que fue Jueves a través de un profesor de periodismo, Justino Sinova, quien en esos momentos era también director adjunto de Diario 16, que cada día seguía el caso de los GAL. Y claro, al leer El hombre que fue Jueves y sobre ese anarquismo que Chesterton refleja, te das cuenta de que en la novela no hay anarquismo alguno, sino un teatrillo montado por el poder. Con lo cual, el poder controla incluso los otros poderes que van en contra suya”.

-¿Ese anarquismo, o al menos fantasear con él, sería la única religión atea que podemos abrazar ante una realidad que nos desborda y, sobre todo, nos controla?

“En mi novela nos encontramos a esos jóvenes decepcionados y faltos de respuesta. La complicada situación de su país les afecta en lo profesional y en lo personal. Se crea un resentimiento contra España, un lugar al que aman, pero del que se sienten despechados porque prácticamente los ha expulsado. Creo que sería correcto hablar de expatriados económicos, dentro de una expatriación que también es política, de los sentimientos, personal. El resentimiento los convierte en seres débiles, capaces de asirse a cualquier propuesta de cambio que se les haga, por muy radical que sea. Y eso es justo lo que hacen los personajes de El hombre que fue Viernes. Son un caldo de cultivo perfecto para el radicalismo, para quien pretenda llevar a cabo un cambio político desestabilizador”.

-En la novela se plantea una masacre terrorista en España que también es un magnicidio. ¿Es un acto de justicia literaria o ha querido explorar hasta las últimas consecuencias las posibilidades de sus personajes?

“La novela no deja de ser una sátira política. Pero a la vez he explorado la posibilidad de que ese resentimiento, ese deseo de venganza, llegue hasta sus últimas consecuencias. ¿Que lo que cuento es más o menos posible? La realidad nos demuestra cada día que no hay cosas imposibles”.

-¿Qué parte de culpa tienen las víctimas de esta ficción? ¿Qué responsabilidad atribuye, en la novela y en el mundo real, a quienes nos gobiernan?

“Los personajes les atribuyen toda la culpa, pero he escrito una novela, no un ensayo. No quiero llegar a ninguna conclusión. Simplemente, dibujo un escenario y me gustaría que el lector encontrase sus propias respuestas, además de divertirse con la novela, que también es para eso. Una de las características de El hombre que fue Viernes es que utiliza personajes reales: los reyes, el Gobierno de Rajoy, Zapatero, Felipe González, la reina de Inglaterra… Los Estados no están gobernados por máquinas: son personas quienes deciden. De modo que no sé si la palabra correcta es culpable, pero los jóvenes de la novela han llegado a esa situación porque otros han cometido muchos errores”.

“La novela no deja de ser una sátira política. Pero a la vez he explorado la posibilidad de que ese resentimiento, ese deseo de venganza, llegue hasta sus últimas consecuencias”

-Hábleme de Los Ahorcados, esos compatriotas que se reúnen en un pub londinense no para arreglar el mundo, sino España.

“Cuando uno sale de su país, siente la necesidad de encontrarse con los suyos allí donde va. Es un tópico eso de que Londres es la capital del mundo y en ella conviven todos los pueblos y razas, pero es verdad. Todos convivimos amigablemente, aunque cada cual con los suyos. Los españoles buscamos españoles; los alemanes, alemanes; los indios, indios… Mis personajes quieren compartir las cosas que les unen. El tema recurrente de esos encuentros es la situación de España, y todos ellos se van convirtiendo en una especie de ejército, controlado por unos poderes ocultos que el lector irá descubriendo. Los Ahorcados se deciden a dar ese paso tan determinante porque se sienten respaldados por alguien que les proporcionará los medios que necesitan. Alguien que no saben realmente quién es, pero que les promete un cambio en España”.

La editorial Pie de Página ha publicado ‘El hombre que fue Viernes’. / DA

-¿Es muy diferente el análisis que hacen de España los españoles que están fuera frente al de los que la ven desde dentro?

“Sí. Los que viven en España son probablemente demasiado duros con su país. Es cierto que se han hecho muchas cosas mal, y el tema de El hombre que fue Viernes es la prueba evidente de eso, pero a España se la ve desde fuera como un país desarrollado, con unos servicios públicos que funcionan, que ha avanzado mucho en lo legal y en lo social, y es un país profundamente admirado en lo cultural. De todo eso a veces no nos damos cuenta desde dentro. Muchos de los problemas que consideramos exclusivos de España son comunes: la corrupción, por ejemplo”.

-Usted salió de Canarias y vive en Londres. ¿Esa situación es la que le llevó a construir este relato? ¿Podría haber escrito algo similar viviendo aquí?

“La novela hubiera sido imposible sin las experiencias que he tenido. Pero es que en el caso de que escribiese de un lugar inventado o de un sitio en el que nunca he estado, creo que todo lo que me ha ido ocurriendo en la vida se vería reflejado de una manera o de otra. En esta novela he actuado voluntariamente como una esponja para absorber todo lo que he visto. Además, creo que mi formación como periodista imprime un cierto carácter a la hora de tratar los hechos, los personajes reales”.

-El humor y la ironía, más o menos salvajes, están muy presentes en El hombre que fue Viernes. ¿Tuvo siempre claro que eran imprescindibles para narrar todo lo cruento que hay en la novela?

“Tengo un conocido que siempre dice que algunos de los momentos más hilarantes de su vida han tenido lugar en velatorios. En El hombre que fue Viernes ocurren cosas brutales, que están acompañadas de un cierto humor. Pero es que esa es la realidad. Si miramos a nuestra vida, a nuestros conocidos, a la gente del trabajo… Hay situaciones que nos hacen reír en todo lo que nos rodea. Además, el humor, afortunadamente, nos acompaña y nos hace la realidad más llevadera en los momentos complicados. La realidad en sí misma es bastante caricaturesca”.

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