tribuna

Como un buen amigo, como un buen bolero

Quienes no lo conocen más que de manera superficial, aseguran que actúa movido por un deseo de revanchismo político. Creen que su única motivación es resarcirse de una frustración alimentada durante 20 años. Pero yo, que he tenido la inmensa suerte de trabajar con él, codo con codo, en este intenso año y medio de gobierno en el Ayuntamiento de La Laguna, he podido comprobar que si hay un motor que impulsa a Santiago Pérez, ese no es otro que el recto sentido de la justicia.
En un momento en el que desde diversos ámbitos se cuestiona e incluso se ataca su trayectoria pública, yo reivindico la figura de Santiago como un valor sólido de la política lagunera, tinerfeña y canaria. Muchos no sabrán que al cumplir mi mayoría de edad, mi primer voto en unas elecciones fue para él. Hoy, como alcalde, supone un auténtico aval contar con su enorme experiencia y sus vastos conocimientos jurídicos. Sus aportaciones en los órganos de gobierno municipal y en el salón de plenos enriquecen el debate político, ofrecen una envidiable perspectiva histórica del municipio y de la corporación y refuerzan nuestra tarea en defensa de lo público.
Con sus errores y aciertos, la contribución de Santiago Pérez al Gobierno municipal está resultando determinante para afianzar las líneas maestras de una gestión política progresista. Al frente de la Gerencia de Urbanismo ha establecido unos criterios claros de actuación, con el fin de velar por el desarrollo de una ciudad Patrimonio de la Humanidad que cuente con edificaciones coherentes y ajustadas a la legalidad, y marcando como objetivos prioritarios atajar las grandes infracciones urbanísticas -las que tienen mayor repercusión sobre el territorio-, y evitar la impunidad.
Santiago ha certificado a lo largo de su vida una inmensa capacidad de trabajo y una solidez inquebrantable de sus convicciones democráticas, pero, sobre todo, ha demostrado un amor incondicional por La Laguna. A esta ciudad ha querido ligar para siempre su vocación política desde diferentes proyectos (aunque sin renegar jamás de su filiación al ideario socialista), cuando podría haber aspirado a otros destinos. Y lo ha hecho aún a costa de su salud, de sacrificar muchas horas de atención a su familia, todo por lo que considera un deber moral irrenunciable: el servicio al lugar al que se pertenece.
Siendo y ejerciendo de ‘lagunero viejo’ (título que le gusta lucir con orgullo, aunque yo prefiero decirle ‘añejo’), Santiago representa una manera de entender nuestra ciudad profundamente enraizada en sus cinco siglos de historia, pero abierta a un desarrollo ordenado y cosmopolita. Además, concibe La Laguna como un todo, en su inmensa variedad poblacional, paisajística, urbana y rural, cultural y patrimonial, que no puede ser apropiada por unos pocos. Es un concepto que me ha ‘copiado’, aunque yo se lo permito, porque, entre las muchas cosas que tenemos en común, además de nuestro amor por La Laguna, está la predilección por un rincón especial para ambos, como es nuestra querida Punta del Hidalgo.
En el plano personal, contar con él ha sido para mí un verdadero soporte en estos más de 500 días de gobierno municipal. Leal como un buen amigo, entrañable como un buen bolero, no puedo sino agradecer públicamente su dedicación incansable, la responsabilidad con que ha asumido su papel dentro del equipo de Gobierno y la gran sabiduría de sus consejos, que jamás voy a olvidar y que espero que continúen durante muchos años más de trabajo conjunto.

*Alcalde de San Cristóbal de La Laguna

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