el charco hondo

La mano del diablo

Cuartos de final del Mundial 86. Estadio Azteca, México. Minuto 50 del partido -cinco de la segunda mitad- entre Argentina e Inglaterra. Diego Armando Maradona recibe un pase de Jorge Valdano, y salta al mismo tiempo que el portero (Peter Shilton) pero levantando el puño izquierdo con el que logró el gol más glorificado y tramposo de todos los tiempos, el de la mano de Dios. Nunca se ha sabido quién fue el autor de la frase. Al parecer, un periodista le preguntó si habría sido la mano de Dios la que hizo posible un gol tan imposible como ilegal. Habrá sido Él, respondió el futbolista; del resto se encargaron los arquitectos que se dedican a construir leyendas. Aquel gol condenó a Diego Armando Maradona al cielo y al infierno. Rara vez una misma acción condena a una cosa y la contraria, pero así fue. El planeta fútbol desprogramó a Maradona con una lección envenenada: a la gloria se llega haciendo trampas, burlando la línea que separa lo correcto de lo incorrecto. Al contarle que él estaba por encima del bien y del mal, lo llenaron de falsas razones que lo arrastraron a un suicidio a fuego lento. Al igual que de los escritores solo debe interesar lo que escriben, de los futbolistas importa lo que sean capaces de hacer sobre el césped. Allá cada cual con su esfera personal, pero nunca fue de recibo la permisividad (y condescendencia) con la que siempre se abordó la relación con las drogas de alguien idolatrado por millones de jóvenes. Las risas de las últimas horas a cuenta de sus adicciones no tienen gracia, que se lo pregunten a quienes lo han sufrido en primera, segunda o tercera persona. No se lo pusieron fácil a Maradona, no debe serlo que te santifiquen por haber hecho trampas. Y sí, fue un grandísimo futbolista, uno de los mejores porque nadie es el mejor. Los deportistas pueden llegar a ser el mejor de su parte de la historia, pero no de la Historia. El impacto se entiende. Todas las generaciones tienen a quienes las protagonizan, gente que pone rostro a la crónica de un momento, de una etapa. Cuando envejecen envejecemos, y cuando esos protagonistas fallecen sentimos que también ha muerto un pedazo de nuestro tiempo. Maradona forma parte del reparto de la película de las últimas décadas. Ahora que una orgía de panegíricos invade el planeta, cabe celebrar a quien exhibió la excelencia futbolística, lamentar la beatificación de la trampa, comprender el daño que aquel mensaje le hizo y, entre otras cosas, preguntarse de qué coño se ríen quienes se ríen de su adicción a las drogas. Aquella mano de Dios lo bendijo y estranguló, aquel pacto con el Diablo le pasó factura durante décadas.

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