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Lapsus calami

Anteayer me equivoqué aquí mismo; cometí, pues, un lapsus calami, dándole el premio Cervantes a Leonard Cohen cuando lo que en realidad le concedieron fue el Príncipe de Asturias. Ambos son igual de prestigiosos; lo decía a cuenta de Joaquín Sabina, que merece cualquiera de los dos. Enseguida me llamó Patricio, compañero de Carmela, la hija mayor de Sabina, a la que le entregó el artículo, ya corregido en la Internet. Carmela, tan amable, me ofrece una entrevista con su padre. Me encantaría traerlo a Los Limoneros. Uno, con las prisas, comete ciertos lapsus, porque tengo que entregar el puto folio cada día y escribir un puto folio cada día tiene su miga, no crean ustedes lo contrario. Además, la mente ya no es la misma, tiene uno esas ausencias inevitables, que irán a más cuanto más se deteriora el coco, que bastante bien lo tengo para mi edad provecta. Ya no estoy para cantar el gaudeamus, que digamos, si acaso para una laudatio, ya que estamos con los latinazgos. Ahora, la Academia ha aceptado nuevas palabras, algunas de ellas procedentes del abominable inglés de Sillicon Valley. En fin, tenemos en la espalda el inevitable remolque anglosajón que no deja títere con cabeza. Se hicieron elogios anteayer en la radio de mi forma de escribir, lapsus calami aparte, cosa que agradezco. Lo que procuro es entretener, ya que informar me queda lejos y formar es demasiado atrevido. Lo más sencillo del trío diabólico del periodista es el entretenimiento y ahí sí puede que encaje. En fin, que quería pedirles disculpas por la confusión con el premio de Leonard Cohen, aunque ya digo que quedó corregido en la Internet en cuanto llamé a Carmelo Rivero para que me hiciera la merced. En cuanto a lo escrito, escrito queda. Es lo bueno de contar con dos premios de tanto prestigio.

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